Espero poder escribir y mostrar las historias que veo a mi alrededor. ¿Que es una ventana? ¿Para que sirve? Es para mirar hacia la calle, hacia el mundo, hacia el patio, hacia el jardín, hacia el cielo. Pero tambien hacia dentro de esta casa.
sábado, 15 de diciembre de 2007
Doña Conchis
II. “Entraron corriendo los Afis, metieron a los muchachos a mi casa para culparme de que yo era pollera. Pero mira la casa y dime si este es un hogar de polleros. Eran 6 migrantes y el pecado de ellos fue estar enfrente, aquí afuera de mi casa, descansando y esperando que pasara el tren y el pecado mío fue darles un poco de comida. Me acusaron de traficar con seres humanos, ya me había amenazado la policía, pero nunca creí que pudieran cometerse estas injusticias.
“Toda mi vida he vivido aquí, toda mi vida he visto como pasan los migrantes buscando comida y un poco de ropa, o un lugar para descansar y poder seguir su camino. Toda mi vida he ayudado a esta gente y toda mi vida seguiré haciéndolo. El único que me puede juzgar es dios y él esta muy arriba de nosotros. Únicamente a él le voy a rendir cuentas, mientras él me preste vida seguiré con esta labor, porque aunque soy pobre, ellos, los migrantes no tiene comida, ellos salen de sus casas por no sé que razones y es muy cruel que por buscar un poco de comida o una vida mejor los persigan peor que a los perros.
“Dos años encerrada, y si estoy un poco triste pero ya se me quitará. Hay cosas que hacer y por algo estoy de nuevo aquí.
III. A lo lejos se escucha la música, del poblado. Ataviados los músicos con ropa norteña, dejan sonar la cumbia. Doña Conchi, -conocida así en al población- es rodeada por sus nietos, sobrinos y dos de sus nueras.
-Vamos al baile abuela – le dice uno de sus nietos-.
-¿Si no tenemos dinero, que vamos hacer allá?-responde doña Conchi.
- El muñeco es el que canta, él la invito a usted, así que usted entra gratis- dice una de sus nueras-.
- Como crees, si van a rifar una plancha y una licuadora, entonces que me van a dejar pasar así nomás –dice doña Conchi, mirando las cartas que le enviaron las mujeres y familiares de La Patrona-.
- Solo cuesta diez pesos la entrada abuela- insiste su nieto con ojos ansiosos-.
-No hay dinero ni para festejar la independencia, mijos, como vamos a pagar por el baile -dice doña Conchi-.
- Bueno solo vamos por fuera a ver, anda abuela, vamos a ver –dice el nieto de siete años con su playera de peces y una gran sonrisa -.
- No hay dinero para la cena del 15, y ya parece que vamos a tener para pagar diez pesos por un baile, mejor bailo aquí en mi casa y no gasto lo que no tengo, pero buen, vamos a dar una vueltecita solo a ver.
- A usted si la dejan pasar, el muñeco la invito y quien quita y se saca la licuadora – dice la nuera-
- Mejor síganme leyendo estas cartas, que están muy bonitas…
IV. Hola conchita: Soy Irene, vivo en cd. Madero Tamaulipas y tengo 55 años, soy madre de 6 hijos y tengo ya 5 nietos...quiero decirte que eres una persona muy valiosa, eres bienaventurada, pues has arriesgado tu vida por el prójimo, y dios no se olvida nunca de quien ama tanto a sus hermanos desfavorecidos. El amor que hay en ti es tanto que no cambia en tu pecho y lo compartiste con los que necesitaban de una palabra o de un poco de pan....sigue luchando conchita que la recompensa es muy grande. En mi comunidad apoyo también a hermanos indocumentados, tenemos un lugar en donde pasan la noche y les facilitamos ropa y dinero para que continúen con su viaje....no somos polleros, formamos un grupo de la pastoral social de la iglesia y estamos trabajando para hacer la casa del migrante. Hay personas que ya me han hablado de los estados unidos diciéndome que ya están trabajando, eso me alienta a seguir.... Conchita en mis oraciones estarás presente y no decaigas...esta prueba que el señor jesus ha permitido en tu vida, debe de fortalecerte. ....... Para mi eres un gran ejemplo a seguir y que voy a difundir. Te mando un abrazo. Ojala un día te lo pueda dar personalmente.
V. ¿Ayuda económica? no sé que es lo que necesito. Una cuenta bancaria, jajajajaaa, ¿y como es eso? En mi vida he tenido una cuenta siquiera de ahorro. De donde voy a sacar para abrir una cuenta, ¿además que banco me daría una cuenta?
VI. Estuve dos años encerrada. Ayuda no había de ningún lado, no teníamos para pagar un abogado y el que tuve, mira que todos los vecinos se juntaron y se cooperaron para pagarle de a diez pesos cada uno, se junto como mil quinientos pesos, se le dio el dinero y se fue junto con todas las cartas de apoyo de los vecinos que me conocían y testificaban que yo no era pollera. El juez solo dijo, “pues ya ni modo”.
La cosa empezó a cambiar hace como cuatro meses cuando llegaron los del PRO con el abogado que conoció mi caso y mira, ya estoy afuera bendito sea dios.
VII. Doña Conchi, desliza sus dedos en el papel de cada una de las cartas y las observa de cerca. No sabe ni leer ni escribir. Es madre soltera y se dedica a la lavar y planchar ajeno, también trabaja en algunas casas en donde ayuda en las labores de la limpieza. Deja las cartas en la silla que tiene a su lado, mientras sus nietos corren en la patio de tierra entre gritos y risas. “No se vayan a lastimar –les dice, mientras juegan a las luchitas-“. Toma nuevamente entre sus manos el puñado de cartas y elige otra en un sobre con la imagen de la virgen de Guadalupe y letras de colores, le da la vuelta y levanta la mirada al azul cielo, mientras el viento frío levanta polvo que le obliga a entrecerrar los ojos y entiende la carta para que se la lean…
De: Familia Martínez Juárez. Para: Una persona Especial. Lugar: Guadalupe, La Patrona, Ver. México. Fecha: Lunes 12 de agosto del año 2007.
¡Hola! Esperamos en dios primero salga muy pronto y siga colaborando, dando de comer, a los migrantes que dios la ha de ayudar, y siga apoyando a los emigrantes. Que se encuentre bien física y emocionalmente. No se olvide, no se desanime. Porque dios y la virgen santísima le darán fuerza y siga adelante que pronto resuelva su problema y salga con bien, le pediremos a dios que pronto salga. ¡Que dios la bendiga! Se despide una familia que apoya a los emigrantes. Adiós se despide! La Familia Martínez Juárez ¡Buena suerte!
- La Patrona, ¿y donde esta eso?- pregunta doña Conchi-
- En Veracruz, a diez minutos de Córdoba -respondo-.
- Y esta muy lejos ese lugar, dices que ahí la gente da de comer a los migrantes también, ¿como supieron de mí? Me gustaría conocer por allá.
- Si quiere ir con gusto la llevamos –le digo-.
- ¿De verdad me llevas, cuando? ¿por qué me escribieron? Quiero conocer a estas mujeres, quiero ir y dar una vuelta por allá a ver como es, ¿de verdad me llevas?…
VIII. Observa unas fotos donde se aprecia como Norma, Rosa, Lourdes, doña Viki, Julia y el resto de mujeres entregan comida en bolsas al paso del tren.
“Mira no mas, como se juntan . Así le habíamos de hacer aquí. Organizarnos y ayudarnos entre nosotros. Aquí toda la gente les ayuda con una ropita, con un taco. Aquí toda la gente es buena, somos pobres pero ayudamos a quien lo necesita. Habías de ver como la gente que cuida las vías, como maltratan a los centroamericanos, como los corretean y les pegan. La policía los insulta, los roba y si nos metemos, pues nos amenazan. Pero aun así la gente ayuda. Una ocasión, mira allá, en aquellos maizales, metieron entre la milpa a unos migrantes que alcanzaron a agarran, los golpearon y a uno hasta los zapatos le quitaron y así lo trajeron en todo el pueblo, hasta que se los llevaron todos sucios y golpeados. ¿Así que sí nos organizamos será más fácil verdad?”
Me mira con ojos emocionados. Y observo su primera sonrisa del día.
- ¿Le puedo tomar una foto con sus nietos y sus nueras? – le pregunto mientras deja su silla de madera y da unos pasos-.
- Si claro, pero mira, aquí en mi casita de “pollera” jajaja, que se vea bien, que miren todos que me gusta mi casita, aquí vivo sola, pobre pero con gusto. Humilde pero cuando quieras venir están abiertas las puertas. Soy pobre y ayudo, no que la gente del poder, la gente del dinero, esos son malos y codos. Yo no necesito lujos, solo un poco para comer, darles a los migrantes y atender a mi familia.
Camina con seguridad, en el patio enorme de tierra, su casa de techo de laminas y muros viejos pero bien pintados, adornada con plantas, muchas plantas que son cuidadas con esmero. El tendedero para secar la ropa cruza de lado a lado el cuadro del terreno, donde se hacen pequeños remolinos de polvo al paso del frío viento. La fachada principal que da a la calle, es solo un conjunto de plásticos negros y otros transparentes, con muros de tripaly y ladrillos carcomidos, la puerta de madera deteriorada se cuelga de un muro que no cae por presión con los muros del otro lado de la casa.
IX. “Hay joven, que bueno que vino. Soy diabética y desde la mañana me sentía muy mal, ya devolví el estomago, no tenia hambre, pero con estas palabras que me trajo la vida cambia. Dígales que muchas gracias, que ya salí de la cárcel y que seguiré ayudando, pues ahora se que ya no estoy sola. Que hay gente que se preocupo por mi sin conocerme. Y primeramente dios, usted no me dejara esperando, ahora me lleva a conocer a La Patrona, será un gusto conocer a todas estas mujeres, después de tanta tristeza. Gracias y aquí tienen todos su casa.”
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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz
miércoles, 26 de septiembre de 2007
¡Sin paso por aquí!
I
Diciembre de 2006, diciembre frío, helado, gélido. El desierto, el lugar más agreste sobre la tierra en clima extremo. *
II
Para llegar a Sásabe, solo hay un paso y dos carreteras. Primero llegar a Altar que se encuentra a 4 horas en autobús desde Hermosillo. Ahí el viento frío parte en cuadros el rostro, lo despedaza, los ojos se cristalizan y la mente divaga. Que hacer aquí , porque arriesgar la vida de esta manera, ahora estaría con la esposa y los hijos, ver el partido de fútbol, y tomar una cerveza con los amigos, ir al estadio, o la cantina. El lunes a la chamba y a curarla al medio día, el martes a la chamba a chingar, el miércoles, bueno esa es otra historia de pagos, de renta, de útiles… Aquí es Altar, aquí es el gris de la arena que se levanta con este viento negro. Aquí continua esta pesadilla y es más fuerte. Pero es la oportunidad de encontrar trabajo en el otro lado y salir de jodido. Lo contó el compadre y ahora tiene casa y una camioneta que se trajo del otro lado. Él pasó por aquí, él tiene al pollero del pueblo y por eso, estas divagando entre tanto frío y este sol que no calienta, solo quema y arde en la cara.
III
Atrás de las ladrilleras de Altar, en Sonora se encuentra la carretera alterna. La instrucción de la camioneta lobo y cristales polarizados era tajante; “no pasar, no serán ustedes los que vengan a calentar este lado. Es nuestro paso y el que entre contará hasta dos cifras y la próxima se muere.
IV
Sásabe en el lado de México, Sasabe en el lado de Estados Unidos. Dos horas en la paneles destartaladas, desde Altar por la carretera de arena, con sus dunas y a 100 kilómetros por hora. No llegas por la carretera alterna por ahí es territorio nárco. El que se arriesga no se le vuelve a ver. Caminar, ja, es un sueño, se camina en la selva, en el monte, se camina en el desierto de Arizona, se camina para entrar a Estados Unidos, pero caminar en territorio marcado, eso no es posible.
V
Para subir a las paneles, alguien te vende con el chofer, de a 20 pesos por cabeza, si no te venden nadie te sube. ¿Quien te vende? Ese no es problema, te juntas a un grupo y te contaran con los demás, son de 15 o 20 los que caben. El que sobra se lo jalan para la otra panel de a lado, siempre te venderá y te comparar alguien. No hables, solo obedece a la mano que te guía y no levantes la cara. La camioneta que te toca, rechina de todos lados, entra aire y polvo igual por todos lados, te juntas más con el que va sentado a tu lado, que huele a sudor y a miedo, y es más el miedo el que huele que el sudor, será que el que huele eres tú y no lo sabes o te resistes a ello. Cierras los ojos y tratas de dominarte, que no se den cuenta que te tiemblan las manos, los pies, todo el cuerpo. Levantas la cara y no sabes cuanto tiempo transcurrió, pero observas tres o cuatro camionetas con cristales polarizados. Corren más rápido que la panel que te lleva a la frontera, zigzaguean y se cruzan en el camino. Tratas de ver quien la maneja, pero es inútil tu esfuerzo. No alcanzas a distinguir. La persecución te parece de otro mundo y tu chofer suda, y sufre por los ojos. La instrucción era; “no pasar, no serán ustedes los que vengan a calentar este lado. Es nuestro paso y el que entre solo contará hasta dos cifras y la próxima se mueren”. No es la única panel en la persecución, observas dos, tres más que levantan una nube extensa y no dejan ver hacía atrás. Se sueltan ráfagas de ametralladora, la orden es parar. Policías, migración, militares, ¿qué son?
VI
El viento corre y se escucha un silbido doloroso, agudo, alborota la piel y del frío te olvidas. Es una columna de 5 camionetas panel, más tres camionetas nuevas y vidrios polarizados y tres personas armadas con ametralladora por camioneta de ellos, los perseguidores. Los separan a ustedes, la mano de obra en el gabacho. Ellos ordenan que empiecen a caminar, sigan las huellas de las camionetas y llegarán a Altar. Los choferes, esos pendejos son retenidos. “no pasar, no serán ustedes los que vengan a calentar este lado”. Empiezan a rociar gasolina al interior de las panel, en las llantas, en los cristales desvencijados, son golpes con maderos a los faros que ya no servían pero que truenas en mil partes, “es nuestro paso y el que entre solo contará hasta dos cifras”, sigues tu camino pero el ruido hace que voltees la cabeza, y ves tres cuerpos que son los choferes que caen pesadamente al polvo, mientras antorchas encienden las camionetas y pintan de negro el azul del cielo. Caen los otros dos choferes y son madreados, golpeados, vapuleados, las camionetas se queman entre el fuego que las escupe en polvo negro y vidrios reventados.
VII
Dos horas de regreso a Altar, 100 migrantes entre mexicanos y centroamericanos, sin comentarios, sin preguntas, dos horas de silencio que solo rompe este silbar del viento junto a su arena. Caras asombradas, bocas en silencio, pero con la pregunta a flor de piel, ¿qué pasó?
VIII
Se rescataron a los cinco choferes de las panel a 50 km dentro del desierto en la carretera sin número, que une Altar con Sásabe. No hubo noticia en los medios de comunicación. Solo hubo cien migrantes abandonados que regresaron a pie hasta Altar, silenciosos y cansados, con caras asustadas y buscando una panel que los llevará lo más rápido posible a Sásabe, por otro lado. Cinco choferes con las costillas rotas, desangrados y varias semanas de hospitalización, abandonados junto a sus cinco panels quemadas con hierros retorcidos y negras como el viento de estos lugares. La orden del narco era concreta, “y la próxima se mueren”.
Sásabe, Sonora. Diciembre 2006
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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz
jueves, 2 de agosto de 2007
El pollero
“Mejor déjate de mamadas y deja de tomar fotos, hazte pollero. En eso si hay baro de verdad, además ya te conoces las rutas, por lo demás borregos hay para todos, y dinero para comprar te alcanza… Lo que no hay suficiente somos nosotros, los mochileros, lo polleros, los coyotes…”
¿Qué es un pollero? ¿qué es un coyote?, Pollero es aquel que consume pollos, que es un rapaz de los pollos, y por otra parte un coyote es un consumidor de pollos si los tiene al alcance. Entonces, un migrante es un pollo, por definición popular a esa conclusión se llega.
¿Pero cuál es el perfil de un pollero o coyote? ¿cuál es su forma de andar, de moverse? ¿Cómo reconocerle, cómo evitarlos o cómo ser ayudado por ellos sin salir desplumado?
Los coyotes fueron migrantes, centroamericanos y mexicanos que de alguna manera lo siguen siendo. Personas en movimiento de Centroamérica a Estados Unidos y viceversa, por cualquier medio de transporte, por tierra, mar o aire.
De carácter rudo, vestidos igual que un migrante de colores, rompiendo los estatus de la moda, pero eso si, limpios, bien bañados, peinados, con tenis Nike o zapatos fuertes, bien alimentados, merodeadores, hablan hasta por los codos con un posible cliente. Desconfiados de la gente común o del grupo Beta, son enemigos acérrimos de las llamadas ong’es de ayuda a migrantes. El pollero es presumido, imponente. No dicta reglas, da ordenes; cobra, eso sí, cobra y no se anda con juegos, o pagas o te quedas. Estas metido en problemas, te amenaza por todo y a cualquier momento. Es un estafador por excelencia. Gente sin escrúpulos. Justifica que su trabajo aporta mano de obra calificada a la economía más grande del mundo, por lo que se le debe de agradecer su aportación. Festeja que los lineamientos de la seguridad en las fronteras se incrementen, puesto que sus servicios serán cada días más sofisticados y sobretodo, más solicitado y mejor cobrado. En suma, es un trabajador de y para el neoliberalismo. No discrimina ni mide edades, no condiciona razas ni colores. Al que le paga lo lleva, no ofrece garantía, pero si eficacia. Sus órdenes serán inapelables. Son auténticos estafadores entre los estafadores.
Inculca miedo, inseguridad. Utiliza la violencia para atrapar y es su mejor arma. Dice conocer todos los caminos, los puentes, las brechas. Es amigo del guardia, del policía, del militar. Él también sufrirá en el camino. Su paso es rápido y grita para dar ánimos. Ordena no hablar con nadie, crea desconfianza. No espere tener una platica cordial. El migrante será desconfiado, huidizo, grosero, antipático, con cara de miedo y ojos cansados. Evasivo, exigirá ayuda de su parte, pues como usted no es migrante, significa que usted tiene dinero y es su obligación darle pronta ayuda. El coyote crea en el migrante un resentimiento social, enemigo de los que hacen preguntas.
Hay varios tipos de polleros o coyotes. Los que ofrecen servicios completos o por tramos. Los servicios completos son los más caros. Avión, papeles falsificados de identidad y visa de entrada a EU, hasta 4000 dólares. Entrada a México, a través de río Suchiate o San Pedro hasta 500 pesos. El recorrido en camioneta del río San Pedro, hasta las vías del tren en Tenosique 600 pesos por 5 personas. El ahorro representa tiempo, no dinero ni hambre. Se ahorra dos días de caminata y una noche, a 40 grados centígrados, sin agua y sin comida, además del riesgo de ser deportados por el instituto Nacional de Migración, o ser asaltados por pequeñas bandas de habitantes de la zona, que los dejan sin ropa, y en muchos de los casos raptan a las mujeres migrantes, por tres o cuatros días siendo sometidas a todo tipo de vejaciones. El precio por el traslado de la localidad de Lechería a la frontera en Laredo, Tamaulipas es de 1500 dólares y a Houston 2500, entre más al norte más costoso.
El resultado es claro: a mayor represión a los grupos migratorios, mayor abuso hacia el migrante desde cualquier punto de vista. Mayor represión, mayor numero de coyotes que estarán a la caza donde cada día es mayor el numero de personas que buscan llegar a EU, así como una nueva y mejor forma de vida para ellos y sus familias.
Tenosique Abril/2007
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El que ha visto la esperanza, nunca lo olvidará. Él busca para ello bajo cada cielo y entre todos los hombres. OP
viernes, 15 de junio de 2007
La Espera
“No necesito correr, no necesito volar, sólo necesito que pase el tren y un poco de suerte. El calor me aturde y eso no está bien, la cosa se pone mala. En Honduras no hace tanto calor como aquí, así no puedo; mejor me regreso a la casa y lo intento como para noviembre o diciembre. Ya son tres días y no pasa el tren. Así no puedo continuar; estoy cansado, no he comido bien y estoy mareado. La cosa está mala, muy mala”.
El calor se siente en las orejas, en el pelo, en los pies que arden, y la piel se tuesta. Cuarenta grados a las sombra. ¿Qué será lo más cruel de Tenosique? A las dos de la tarde no hay gente en las calles, sólo ese dar de vueltas de la orilla de las vías a las casas, y ese mirar hacia el infinito por donde los rieles se pierden, por donde podría aparecer como serpenteando el tren. Ese rechinar de hierros, recalentados por el sol. Y una vía chueca que amenaza con tirar los vagones hacia un costado y así dejar que no avance. El calor desespera hasta al más valiente. Cuantos son, 5 ó 6, tal vez sean 20; pero al empezar a bajar el sol aparecen de entre las ramas, de entre los recovecos del final del pueblo, entre muros caídos, de entre las malas hierbas, salen del piso y de debajo de los árboles. Sin camisa, polvorosos, sedientos, hambrientos y temerosos, enojados, desesperados. Las fuerzas se acaban, y ese pinche tren que no aparece y esas ganas de largarse de aquí, de este salvaje calor.
“Llegamos hace tres días, caminamos por la noche y ya se nos acabó el dinero, no hemos comido y ya ni se diga si hablamos con la familia. Hace 5 días que no sabemos nada de allá. Quisiera regresar, pero ya me embarqué en esta chingadera y ahora me aguanto”.
“Una botella de agua de a litro, 15 pesos; por bañarse, 20 pesos; un taco de frijoles con huevo, 15 pesos; unos zapatos usados que raspan por lo grande, 20 pesos; un cigarro, 3 pesos; por dormir en el patio, 20 pesos y un chingo de mosquitos que te cantan toda la noche y te hinchan el pellejo; por pasar el retén militar, 20 pesos; un policía municipal, 30 pesos o lo que te quede en la bolsa; esos policías meten mano hasta en los huevos, les vale una chingada que seas hombre o mujer, si eres mujer de paso pues se dan un festejo. Todo es pisto, todo, que pisto para comer, que pisto para dormir, vaya, hasta para cagar te pide pisto cualquier pendejo, y si no lo tienes, pues te cagas en los calzones y les vale madres. Esto no puede seguir así”.
El ondulante calor sube a lo lejos en las vías y el piso, la humedad lo hace sofocante. No hay manera de salir huyendo. Te atrapa y no deja respirar. Gruesas gotas de sudor recorren todo el cuerpo y un olor que empieza amainar el ánimo. Todos huelen, no hay risas, sólo una queja generalizada, sin comida y con las axilas pegajosas que se extiende a todos lo cuerpos.
Son justo las dos de la tarde, y en la camioneta del Grupo Beta se escucha a través de la radio de comunicación un aviso de emergencia: “Tres arrollados por el tren en La Palma”. Es el tercer día en que no aparecía el tren. Y el grupo de migrantes se incrementaba a cada instante a la salida del pueblo. Quinientos tal vez mil; calcular con certeza no es posible, pero lo preocupante no es eso, lo que sí es preocupante es que entre más migrantes se junten, es seguro que el tren dejará heridos o quizá muertos. Así que es normal que los accidentes ocurran en estas circunstancias. El tren no perdona fallas ni descuidos, entre más migrantes haya esperando, más son los empujones, más son lo desesperados que se avientan a subirse sin medir las consecuencias. Más jaloneos, empujones patadas, codazos. Más son los accidentados, los mutilados, y más son los muertos. De todo hay entre migrantes para ocupar un lugar en el vagón. Lo ideal sería que el tren parara, pero aquí no hay tiempo ni espacio para ideales. El que sube sin un rasguño ya chingó. El que trae un moretón salió librado; pero siempre ocurre: tarda el tren y alguno cae, queda lisiado o muere.
Tenosique, Tabasco. Abril/2007
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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz
sábado, 19 de mayo de 2007
Algun día
Subir al tren es una de las tareas más sencillas para un migrante en su recorrido hacía los Estados Unidos, aunque paradójicamente es cuando más accidentes ocurren. Bajar en el destino sin que nada haya ocurrido, con hambre y cansancio es de lo más complejo. Ojos extraños te escudriñan. Débil, cansado, tus ojos irritados, lleno de polvo, tierra, tizne. El pelo enmarañado, con sueño, mucho sueño y hambre. En el mejor de los casos 18 horas sin probar bocado, en el peor de los panoramas, tres o cuatro días sin alimento en el estomago. Pero lo más extraño e incomodo son esos ojos que te caen como el peso del tren. No te dejan mirar tú nuevo espacio. Los pies se mueven con torpeza, los brazos tiemblan y duelen. 18 horas de ir abrazado a lo tubos, a las rejas al vagon; abrazar al tren para abrazar tu vida.
No caer, no desfallecer ante el bamboleo del tren, el track track, navegar como en un barco, 60 km u 80 Km, tal vez 100 km. Tal vez porque ya perdiste la cuenta del espacio, del tiempo, del paisaje verde, a vueltas gris y denso, brumoso, con humo y gravilla. No sabes finalmente cuantos kilómetros llevas recorridos. Pero lo que si sabes es que no son placenteros. Y después de ese camino, las miradas que aparecen. No hay un saludo, no hay un hola, no hay un hello, no hay un que tal, no hay un “¿compa como esta?” Si no hay saludo, mucho menos una despedida. Caras nuevas, caras de hogar, caras de estoy en casa. Pero tú cara, sí tú cara es intrusa, tú cara desconocida, tu cara no tiene nombre, tú cara cansada, tu cara de migrante. Es la cara de un viaje a la esperanza, una viaje a lo desconocido. Un viaje al sueño americano o un viaje a lo que es posible, también un viaje al encuentro de tu pasado. O un viaje a los lejano, a lo que perdí pero que puedo llegar a encontrar.
Ahora estas apostado, acostado, platicando con tus iguales y mirando estas largas vías, que por el momento son tú refugio, son tus frías compañeras, tu escondite. A lo lejos retumba de nuevo esa bestia que te votará aun más lejos de casa, pero, más cerca de la esperanza que todo puede ser distinto. Además te alejaras de esos ojos extraños que hacen de tu caminar una sombra, y estar como escondido entre los hombros, temeroso y asustado. Te retiras a todo prisa, con la torpeza en los pies y que al correr y montar el tren es lo más sencillo en el recorrido de un migrante. Y así quedar fuera de esas miradas que te observan como bicho. Y más raro es no poder encontrar la paz en casa y tener que salir muy lejos a buscarla.
“No necesito que me tengan lastima esas miradas. Lo que necesito es salir de su su espacio de su territorio. Y esperar, que algún día nos podamos ver sin extrañeza, con un hola y un adios”.
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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz
lunes, 7 de mayo de 2007
Juan II
Lo dejé durmiendo en los vagones abandonados que se encuentra a las orillas de las vías del tren y que ahora habitan ex trabajadores de la desaparecida empresa estatal de ferrocarriles y estos permiten a los emigrantes pasar la noche, o comer un taco por $50,00, me fui a casa pensando en la noche, en las luces que se prenden y se apagan y que eran la esperanza de toda esta gente. Y que probablemente no se prendan nuevamente.
Horas antes vi llegar el tren y sabía que alguien bajaría, vi un grupo de 10 personas, yo con cámara en mano empecé a disparar, un cuadro, otro cuadro; el tren pasó lentamente a mi lado y ellos se alejaban de la orilla de las vías, unos agacharon la mirada ante mí, otros me veían con coraje.
Pregunté de dónde venían, uno dijo con la sonrisa: "¡¡de mi casa, manito!!"; yo reí y le respondí con otra pregunta: "¿y el tren de donde viene?; respondió, "¡¡del infierno, manito!!"... Y siguió su camino...
Vi a Juan venir, solo, como contando los pasos.... volteaba una y otra vez hacia donde los vagones dejaban de rugir y se veían pesadamente enormes y tristes.
Lo vi venir lentamente, una y otra vez volteaba, buscando...
- Hola...
- Hola joven...
- ¿De dónde viene?
- Pues de Orizaba.
- ¿A qué hora salió?
- Como a la una de la mañana...
- ¿Viene solo?
- No, no, sólo que no sé dónde están. ¿No los ha visto usted?
- ¿A quién?
- ¡A mi gente pues, compa!
- Pues acaban de pasar unas personas, eran como 10...
-Esos no son, mire usted, son cuatro, el Carlos, el Robert, Julián y Ricardo, íbamos a subir al tren juntos, los vi correr, pero no sé qué ocurrió, sólo ya no están...
- No he visto bajar a nadie más...
- ¿Y usted quién es, de dónde viene?
- Sólo tomo fotos...
- ¿Para qué?
- Pues para hacer un trabajo sobre como viajan ustedes hacia los Estados Unidos...
- ¿Y eso sirve de algo?, porque mire, yo busco a mis compas y creo que los he perdido, mejor me regreso... ¿Usted qué piensa, debo regresar?
- Pues no sé, ya llegó a la mitad del camino, regresar ahora no lo sé... ¡No le conviene!
- Pero vengo solo, perdí a mis amigos a mis sobrinos; ¿ahora qué hago? no tengo ni un peso... estoy solo...
- ¿Cómo se llama usted?
- Juan, me llamo Juan, ¿y usted cómo se llama?
- Javier...
Y seguimos caminando...
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Naguib Mahfuz
lunes, 30 de abril de 2007
Juan
Él es hondureño, se llama Juan, ahora no sé donde se encuentra, pero sí sé cuando llegó a la estación del tren en la localidad de Lechería, Estado de México, a dos horas en tráfico severo desde mi casa en carro.
Eran las seis de la tarde de un sábado, llegó el tren de carga proveniente de la ciudad de Orizaba, Veracruz, en el Oriente del país. El tren había salido a la 1 de la mañana de ese día sábado, recorriendo sus cientos de kilómetros por la sierra veracruzana con sus 32 túneles que cruzan la montaña antes de tocar el estado de Puebla y posteriormente atravesar el centro de país para después salir rumbo al norte.
17 horas de camino, 17 horas del trac, trac, trac, de las vías del tren, 17 horas de arrastrar una pesado convoy de 60 vagones, con carga, que va desde autos manufacturados en Brasil, pasando por granos, petróleo, aceite, grava, arena y demás utilería para la industria con destino en EU y Canadá, incluyendo a su dos centenares de viajeros centroamericanos.
Él, Juan, venía con dos amigos y dos familiares más; estando en Orizaba habían escapado de un operativo que realizó a las seis de la tarde la policía migratoria; corrió, y corrieron, saltando potreros y sembradíos de maíz; sólo escuchaba los "deténgase" de la policía. Y pensó, "si me detengo me regresan y ya tengo 20 días fuera de casa, me ha llovido, me ha dado sed, he tenido hambre, pero he llegado hasta aquí, he pasado lo más difícil", eso me dijo.
Yo sólo miraba unos ojos rojos, rojos; pensaba que era una infección por el viento que pasa alrededor del tren en marcha, pero no… Mientras pensaba esto cayó una lluvia de lágrimas, un manoteo y un taparse la cara y soltando mocos... Yo, pues atónito ni qué decir....
Traía unos Klinex, estiré la mano y vi unos ojos que me miraban y gritaban si era justo tanto trabajo, si era justo tener que salir y dejar a su esposa y dos hijitos en su país por no tener trabajo...
Yo, sólo enmudecí, mi cerebro no quería trabajar, no quería hacer su quehacer, no tenía las palabras de consuelo. Pero lo adivinó...
"No joven, no necesito consuelo, lo que necesito es un trabajo para sostener a mi familia, sólo eso. La policía me agarró, me subió a una troca y creí que estaría de regreso en la frontera en 12 horas, pero no, no, joven, me desnudaron, me quitaron mis papeles y mis 80 pesos que había cambiado en Tapachula, (Chiapas).
“No traía más, se enojaron y me golpearon. Me despidieron puteándome, y diciendo el comandante que si me atrapaba nuevamente que me diera por muerto. Me soltó, sin nada, sólo mi bolsa y esta con una camisa, pero sin dinero.
"Llegué a donde estaban mis amigos, los encontré en lo oscuro de la noche, pasaron las horas y vimos la lucecilla del tren a lo lejos que iba aumentando de tamaño; el Robert dijo: 'es hora compas, estemos listos para subir'.
“El rugir de la máquina me puso a temblar, todos corrimos a las escaleras, no corría tan rápido, subí y traté de refugiarme luego, luego, hacía mucho frío y las nubes tocaban piso. No vi a nadie más.
"Comenzó a clarear y no vi a nadie, el frío solo hacía su trabajo. Pero el miedo llegó después. Ellos no estaban, grité como loco, pero ellos no estaban. Trepé a lo alto del tren y no había nada, pase a otros vagones y el viento me impedía moverme fácilmente.
“Vi a otros compas, les pregunte por mis amigos y dijeron que no había nadie más, que no pudo subir mucha gente porque la policía les cayó encima."
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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz
viernes, 20 de abril de 2007
Ahí viene migración II
Todo fue rápido y repentino.
- Atrás todos atrás y no se acerquen a las ventanillas. Tú cierra esa ventana y aléjate de ahí, mugroso ilegal.
Se habían agolpado todos al unísono en la puerta con gritos y empellones al ver a la distancia a los agentes que bloqueban la carretera.
Abre la puerta chofer, abrela no seas cabrón, abrela no seas malo, –decía alguno de ellos-.
Se insultaban todos y caían los rostros al marasmo. Desencajados unos, furiosos otros. El cansancio era para después, la sed, el hambre y las más de diez horas de caminata ya no importaban. Ver en un instante todo lo que se perdió, por una intempestiva aparición de los agentes de migración, y la segura deportación. Abre la puerta por tú madre, déjanos bajar, párate, por favor párate!. Patadas a la puerta, gritos de reclamaciones entre ellos, y lamentaciones sin fin. Ella de la alegoría por dejar de caminar al llanto profundo. A la mirada con rencor, con desesperación.
Uno de ellos, sin turbarse grito que se estuvieran quietos. Lo mejor es no resistir. Nos atraparon. Ya que. Segundos después los agentes se hacían del control del transporte y con ello la deportación.
El chofer intenta frenar, no se anima a hacerlo del todo, los gritos continúan y las lamentaciones no paran. A unos metros del agente de migración en medio de la carretera con las manos en lo alto indicando que siguiera despacio hasta adentrarse en la terraceria. No te detengas y no abras la puerta hasta que yo te lo diga. Otros dos agentes rodeaban el camión, descolorido y de ruedas rechinantes. Abre la puerta el chofer y brincan al campo dos, tres de los hondureños. Se lanzan a todo lo que dan sus nobles piernas que responden a pesar de todo. Tras ellos corren tres agentes más, robustos y mal encarados.
En el camión se amontonan en la puerta queriendo salir y escapar. “Todos atrás, ninguno se le levante, -gritaba el agente del Instituto Nacional de Migración- aquí no sé hace lo que se les pega la gana”. Un clik, otro clik. “Baje esa cámara, no se pueden tomar fotografías. ¿Abra su maleta, de donde se la robo?”. La credencial de prensa frente a su rostro es implacable.
Baja la voz el agente, - ¿de donde viene?-
- de la ciudad de México, con autorización del instituto para el que usted trabaja.
“Bien muchachos, como nos traten serán tratados, -dice el agente con el rostro serio pero ya sin violencia en la mirada- se forman y pasan de uno en uno, como les vayamos indicando. Les daremos de comer y agua, podrán descansar en la estación migratoria”.
Algunos de ellos bajan la mirada para esconder la lagrima que les delate la tristeza. Otro grita que sin fotos. Otros ojos miran con rencor, como pensando en contra de uno. “Salí de mi casa el miércoles pasado, en San Pedro Sula. No hay nada no hay trabajo, tuve que dejar la escuela. Es frustrante terminar así”
El resto de los pasajeros todos ellos de Tenosique, solo miran hacia la montaña, con indiferencia, donde seguramente algunos compañeros migrantes caminan con la prisa y la premura del peligro de ser asaltados, pero sin la carga de encontrarse con los agentes de migración.
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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz
miércoles, 11 de abril de 2007
Ahí viene migración I
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Migración esta adelante –grito un taxista-. De las caras felices a las de incertidumbre.
- No, más adelante, sigue chofer.
- Mejor bájense, el taxi dijo que estaba la migra adelante.
- No, hasta allá arriba, si desde aquí no se ven.
Caras que sudan y cabellos revueltos, polvosos, piel irritada por quemaduras del sol, barba de días de camina y camina. 10 hondureños, sudorosos y hambrientos.
- Salimos el miércoles de Agua Caliente, en Guatemala. Hoy en la mañana bajamos de la lancha en El Ceibo, como a las 7:30 de la mañana. Venimos bordando, salimos cerca de un reten de militares y nos trataron bien. Nos regalaron soda y agua para una mujer con su bebe que se quedo muy atrás. El calor hacia buscar un lugar con ventanillas. Seis de ellos atentos a la carretera. Una de ellas morena con pantalones militares, se sentía a salvo. Gritaba, se asomaba a la carretera en busca de compañeros, que iban más adelante. Las nubes seguían balanceándose en lo alto en el infinito azul, grises y espesas. Tapaban el sol a momentos, sube la humedad y también las ansias.
- Bájense –grito el chofer-, es mejor, a mi no me pasa nada, pero a ustedes los agarran y de vuelta a casa.
- ¿Hay operativos? –pregunta uno de ellos-.
- Hay todo el tiempo. Ayer por la mañana agarraron a los que caminaban por la carretera. No se sabe cuando regresan. Es mejor que caminen entre la montaña, en el monte, pero hay asaltos, en todos lados hay riesgos para ustedes –dijo el chofer serio-.
Siguió el viejo transporte con sus cortinas mugrosas y su terrible olor a humo y gasolina. Ellos con los ojos fijos en la carretera y esa distorsión de la imágenes por lo caliente del asfalto. La montaña espesamente verde y desafiante. Una loma tras otra, y la carretera larga y curveante. Otra loma y otra curva, y las 10 miradas buscando un final para poder ver más allá. Y el niño avecinado en Tenosique, los mira con curiosidad. “¿De donde vienen mamí?”, la madre solo le da una señal que lo calla.
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Naguib Mahfuz
lunes, 2 de abril de 2007
La otra Frontera III
8 pares de ojos decididos y expectantes. En busca del puerto de El Ceibo. La entrada a México. El inicio de un largo y peligroso camino por territorio mexicano. A pie, en tren, en autobús, con el único fin de poder llegar a Estado Unidos.
El primer punto, migración de Guatemala. Un agente moreno y bigote chorreado. Mala cara por el sofocante y húmedo calor.
-Nombre y pasaporte-.
Tres caballos somnolientos dentro del río, con el agua hasta la panza, refrescándose. Dan ganas de nadar un poco.
- No traemos pasaporte, dejamos la credencial. Ya vamos de regreso-. Responden los dos mexicanos obesos y sofocados.
- ¿Cómo, sin pasaporte?- los mira el agente interrogante, enfundado en su uniforme militar-. Así en estas condiciones de no traer pasaporte tienen que pagar 10 dólares.
- ¿10 Dólares?- responde uno de ellos.
- Si, 10 dólares- contesta, sin voltear a verlos y revisando una lista.
- Eso no nos dijeron al entrar. Solo dejamos nuestra credencial oficial ya que no tardaríamos-. Dice uno de ellos sudoroso y sorprendido.
- Pues no sé que pasó, pero aquí cobramos 10 dólares por entrar a Guatemala sin pasaporte.
- Pero fue rápido el paseo-.
- Pues en todos lados se cobra eso, en el aeropuerto, en la frontera, puestos de barco, en fin, en todos lados-, dice el oficial prendiendo un viejo ventilador.
- Pero no traemos más dinero que estos 15 quetzales.
- ¿Quetzales?, jajaja, eso no sirve, es basura. Aquí se paga en dólares ó pesos.
- Pero no traemos mas- se miran entre ellos como esperando una voz conciliadora.
- Vamos hacer una cosa, paguen 10 dólares por los dos y aquí no paso nadie.
- Mmm, ¿y cuantos pesos son 10 dólares?, a ver tú dime-. Dice uno de ellos con clara molestia en el rostro.
- Ya démosle 100 pesos, y vamonos. Creo que a eso corresponden los 10 dólares.- le dice el más gordo, sacando su cartera.
- Pues ahí esta pues, ya qué-. Responde su compañero poniendo 50 pesos de su bolsa y juntando el dinero.
Los dejan encima del gris escritorio de oficina donde solo había una larga lista con nombres, muchos nombres. El agente apuntaría el nombre de los 8 hondureños que miran impacientes y nerviosos. Potenciales candidatos a inmigrantes en tierras mexicanas. Les entrega después de ver el dinero, sendas credenciales del IFE y desliza los billetes de 50 pesos mexicanos hasta el cajón del escritorio con el antebrazo, lleno de más credenciales y más dinero, entre dólares y pesos.
Observan las credenciales para asegurar que son las suyas, con miradas nerviosas. Y empiezan a retirarse. Me acerco después de fotografiar a los aburridos caballos.
- ¿No les dará un recibo o un sello por los 100 pesos?-. pregunto mirando a los mexicanos.
- No, así nada más, no hace falta, ya se pueden ir.
Volteo a mirar al agente, mientras continúa pidiendo las identificaciones a los hondureños. Todos ellos muy jóvenes, entre 17 y 20 años, con ansiedad en los ojos. Los dos mexicanos, se encogen de hombros y salen prestos de la oficina y suben a la lancha.
- Credencial- dice el agente, estirando la mano y sin voltear a ver a cada uno.
Entrega uno a uno, su credencial azul. Donde aparecen de corbata y bien peinados, con el escudo de la República de Honduras. Y así uno a uno, hasta el quinto de la fila que entrega un papel fotocopiado, con algo parecido a un sello.
- Esto no es una identificación- afirmo el agente molesto.
- Pues esto me dieron y dicen que si vale- dijo el hondureño de cara pecosa.
- Mmm, esto no sirve, el que sigue… - se acerca otro de tez morena como de 18 años y con un papel en la temblorosa mano. -Tú también..-
- Pues yo traigo esto- dijo un séptimo.
- Esto no tiene ningún valor, no sirve- dijo el agente molesto, guardando la larga lista con nombres de emigrantes que salen por la frontera de Guatemala y entran a México, por Tabasco. – Miren mejor váyanse yo no los vi.- recogía hojas y más papeles de la mesa- y no regresen tan rápido por favor.
- Mi turno- le digo y le extiendo el pasaporte. Lo mira con ojos extrañados.
El calor hace que se limpie el sudor de la frente con el brazo y me mira.
- ¿Usted es este?- pregunta con ojos de plato
- Pues yo digo que si- me estiro para poder ver al mismo tiempo que él la fotografía del documento- ¿usted que opina?.
- Pues si, y se lo pregunto porque es muy raro que alguien traiga papeles. Creí que venía con estos hondureños.- respondió con voz incrédula.
- Y más raro es que aun sin papeles todos pasen la frontera, ¿no?- le respondo.
- Pues si, todos pasan. Así son las cosas aquí.- dice sin dejar de revisar de arriba abajo el pasaporte.- Pase usted y buen viaje, espero que le haya gustado Guatemala.
- Muy bonito, espero regresar pronto y con más tiempo.- Respondí, tomando mi pasaporte.
Con la lancha detenida el calor es agobiante aun bajo la sombra. 30, tal vez 35 grados. Dentro del río se siente como evapora el agua hacia el azul del cielo. Sintiendo lo brillante de la luz en el rostro y deslumbrando por leves reflejos plateados.
Una vuelta sobre el río hacia una de las orillas y a lo lejos una lancha. Sale al encuentro un moreno tostado por el sol.
- ¿Qué pues?- pregunta con un grito al lanchero que se encuentra al fondo de la pequeña embarcación.
Paran el motor y el frenado de la lancha es repentino.
- Vamos- le grita el lanchero.
- Oye tú, vamonos ya llegaron.- le dice el de piel tostada a un hombre que esta entre los arbustos hablando por celular. Al fondo dos mujeres jóvenes, que se acercan a una señal con la mano del que habla por el celular. Él se acerca y observa la cámara fotográfica y revira, mirándome fijamente.
- No, no, no vamos. Estoy arreglando un negocito- Le dice al lanchero sin dejar de observar la cámara. Les hace una señal a las mujeres para que se retiren. Solo se les ve de espaldas, morenas y el pelo largo hasta la cintura con su bien torneada figura. Él de diente de oro y lente oscuro, recuerda al personaje de la canción de Rubén Blades, Pedro Navajas. Nos da la espalda y se interna entre los árboles.
La situación en al aduana y migración en México no es distinta. Al llegar a la otra orilla, ya en territorio de México, los 8 inmigrantes hondureños desaparecieron rápidamente, subiéndose a las camionetas toyota de redilas. En el mercado de ropa es sabido que se internan hacia la montaña.
Todo junto, una aduana en reconstrucción desde el año anterior que pise estos lugares por primera vez, después migración y las oficinas de inspección fitosanitaria. El semáforo de la aduna, no sirve, sigo caminando, cruzo en lo que pudiera ser migración, unas oficinas blancas de tabla roca y con la bandera mexicana ondeando. Afuera y en el fondo del terreno, 6 agentes jugando cartas y comiendo tortas con coca-cola. Me paro volteo a verlos, me miran tres de ellos y les digo adiós con la mano y ellos tan educados me dicen adiós con su mano y con la torta en la boca.
Así nuevamente en México, seis horas después, sin visado ni sello de Guatemala, sin hoja de salida, ni de entrada a México, en el puesto fronterizo El Ceibo, Tabasco-Guatemala, donde los 8 inmigrantes hondureños pudieron haber pasado sin la necesidad de internarse en la montaña para rodear migración y sin exponerse a los cada vez más recurrentes asaltos y violaciones en una frontera sin frontera.
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Naguib Mahfuz
viernes, 30 de marzo de 2007
La otra Frontera II
Naranjo, población pequeña, hundida en la selva guatemalteca, donde la mayoría de sus pobladores fueron desplazados por la guerra en que se sumergió el país en la década de los 80’s. Llena de colorido, pequeños comercios y pequeñas motonetas toyota que cobran a 10 quetzales el recorrido. Varios hoteles en el centro de la población pegados a la orilla del río y del pequeño puerto, donde el ferry transporta de una lado a otro, a gente con sus bolsas y maletas de verduras, refrescos y productos para vender.
“Aquí el lugar es seguro”, cuenta don Alberto que tirado en su hamaca atiende una pequeña tienda con la que sobre vive, él, su esposa y cuatro hijos. “Hay soldados todo el tiempo, y por lo mismo no hay asaltos ni nada parecido, eso fue antes, con la guerra, pero ahora usted se puede quedar en cualquier hotelito y nadie lo molestara ni le preguntara a que viene. Los guatemaltecos somos hospitalarios”. Se levanta mientras su esposa con mirada dura escucha la conversación. Don Julio un amigo, cuenta que si, efectivamente pasan muchos inmigrantes, -cientos diría yo, principalmente de Honduras, el país no se queda desabitado porque dejan preñadas a sus mujeres, si no, habría mucha tierra que cultivar, jajajajaja.
“Pero sabe una cosa, se van porque son flojos. Todos son dueños de tierras, pero no las cultivan, y como no les gusta trabajar pues se van a lo más fácil, a buscar el sueño americano”.
– ¿Usted cree que es más fácil irse a Estado unidos que quedarse en Honduras?
- Pues claro- responde don Julio
- Yo no lo creo –habla don Alberto con una soda en la mano que ofrece, sin costo alguno- mire joven, aquí han pasado cientos de migrantes que me compran galletas, sodas, dulces, comida, agua. De ellos vivo y me han contado cada historia. Algunos llegan sin monedas en la bolsa, sin un peso y les ve la mirada, les escucha hablar, le dan tristeza. Hubo uno que se sentó en la misma piedra que usted ocupa, él, venía de regreso a su país con su esposa. Se quedo ahí nomás, mirando y mirándome.
- No se acuerda de mi, ¿verdad?- me preguntó.
- No pues aquí pasa mucha gente y la verdad no lo recuerdo.
“Venía con una pierna solamente, la otra la perdió al caer del tren de Chiapas, después me contó”.
- Usted me dio unos frijoles hace como dos meses-.
- ¿Si?, pues no recuerdo-
-Venía de paso, pero sin dinero y con mucha hambre. Mire en esta misma piedra me dejo sentar, entro a su casa y me dio unos frijoles y tortillas. No tenia dinero para pagarle. Iba yo a los Estados Unidos. Ya sebe, el sueño americano. Ese que es eso, solo un sueño.
- Mmm, ¿como ocurrió, que le paso?-
-Pues ya ve, ¿sabe?. Me subí al tren, pero estaba muy cansado. Me dormí, y caí. Y aquí me tiene, de regreso a mi casa sin un pie, y sin trabajo.
“Comenzó a llorar, que le podía decir. Entre a casa le ofrecí de comer. Se devoró todo. La esposa también. Agachada, sin decir palabra. Solo escuchando. Y así se fueron sin decir más. Así como le digo hay muchas historia, y la mayoría de ellos no regresa, aquí dejan sus dineros. Me compran comida y soda, para el viaje. Ellos, pobres pero siempre dejan un dinerito”.
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Naguib Mahfuz
martes, 27 de marzo de 2007
La Otra Frontera I
Un río limpio y brillante, verde esmeralda, verde bandera, verde pálido, verde oscuro. Con algunos pescadores indiferentes al paso de las lanchas transportando gente de un lado a otro. Nubes salpicadas en lo alto, un cielo azul que se junta a lo lejos con el río. Un río con resplandores plateados por los rayos del sol y un viento que se estrella en la cara por la velocidad máxima de la lancha. Una vuelta a la derecha y otra a la izquierda. Luego una barrera al horizonte, como el fin del camino y una sorpresa más. Cambia ese tono de verde y una puerta más que se abre a la navegación sobre el río San Pedro, que une El Ceibo en México, con el poblado de El Naranjo en Guatemala.
Se recorren 20 minutos sobre este paisaje, que podría confundirse con un corredor turístico antes de llegar al puesto de control migratorio de Guatemala. Una vieja construcción de madera sostenida sobre el agua por largos pilotes de madera que truenan con el sol. El techo de madera sin pintar donde nota el paso del tiempo por su color grisáceo. Algunos niños y otros lancheros observan la llegada de la gente. Dos militares guatemaltecos revisan documentos y bolsas. Toman nota de los nombres y enseguida pasar a verificar papeles con agentes migratorios.
- ¿Aquí es Naranjo?.
- No es solo la estación, Naranjo esta a la vuelta, allá atrás, más adelante- anuncia el lanchero.
Le da vuelta al pasaporte, ya dentro del puesto migratorio.
- ¿Mexicano?- pregunta.
- Creo que si, es pasaporte de México.
- Mmm, ¿tiene otra identificación?.
Saco la cartera llena de recibos y papeles, busco la credencial de elector.
- Me quedo con esta. ¿a dónde va?.
- A Naranjo.
- ¿Nada más?.
- Si, nada más. A conocer el lugar.
- ¿No va a Santa Rosita?
- Nooo.
- Bien señor. Bienvenido a Guatemala. Cuando salga le entrego su identificación.
Ya esta uno en tierra guatemalteca. La tierra de Alaíde Foppa, Rigoberta Menchú y del premio Nóbel Miguel Ángel Asturias. La nación de la cultura Maya. La nación de los escuadrones de la muerte durante la guerra civil de los años 70 y 80. La nación de la afamada Unidad Revolucionaria Guatemalteca. Guatemala, del náhuatl: Coactimaltlan: "Territorio muy arbolado", o "País de muchos bosques".
Javier García
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Naguib Mahfuz
jueves, 15 de marzo de 2007
Entre Dos Ríos IV/última
A Brenda la rescató el grupo Beta, a 10 kilómetros de Tenosique, en un lugar llamado El Ranchito. Hacia las tres de la mañana recibieron una llamada telefónica de una persona avisando que una migrante se encontraba lastimada por heridas de machete. "Caminamos más de 40 minutos antes de encontrarla. Un brazo lo tenía a la mitad, pues la machetearon; había perdido mucha sangre, pero recibió atención a tiempo". Creía que la perderíamos, cuenta Gloria Valdez, coordinadora del grupo Beta en Tenosique.
"Situaciones como ésta son continuas. Tenosique es un lugar virgen para estos eventos, llegan a diario mensajes de accidentados y asaltos. Damos orientación en la mayor época de flujo migratoria hasta 300 personas y en la de menor a cerca de 100 personas.
"Esto aumentó a raíz de que el huracán Stan inundo Chiapas y Oaxaca. Aumento igualmente la violencia, los asaltos, los mutilados, y son bandas conocidas, son mexicanos que se aprovechan de las necesidades de esta gente que busca una solución a su pobreza.
"Pero nadie hace caso, necesitamos más policías, necesitamos que se detenga a los culpables y se haga justicia. Las autoridades responden que no hay denuncias y por lo tanto no hay delito que perseguir. Le dan la vuelta a la problemática. Y lo más terrible es que como actúan en la impunidad estas bandas; el día menos esperado empezarán a atacar a los vecinos de las veredas por donde hacen su recorrido los migrantes.
"Si hoy no los persigue la justicia, mañana atraerá muchos problemas aun mayores como son el tráfico de personas y de drogas, cuando es sabido que la frontera en El Ceibo no es segura".
Javier García/Tabasco 2006 ©
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Naguib Mahfuz
lunes, 5 de marzo de 2007
Entre dos Ríos III
Brenda Ávila, 20 años, de Catacama, Honduras. Salió un sábado de su casa, no planeó nada, sólo sabía que tenía que salir de Honduras para llegar a Estados Unidos; así lo hizo una amiga de la escuela y tenía un trabajo en Los Ángeles. Le enviaba un dinero a sus papás y así podían vivir los viejos sin mayor preocupación.
El plan era viajar por carretera hasta Guatemala, y de ahí buscar al guía que los llevara a Tenosique, en esa localidad suben al tren de carga. La historia se convirtió en un mal paso. Eran tres, dos varones y ella. Caminaron por la noche para tratar de no ser vistos por la gente ni las autoridades. No tenía miedo, se sentía segura y con la confianza de llegar a Tenosique.
Ellos seguros, conocían el camino, ya lo habían recorrido hace un año, cuando el huracán Stan destruyó la vía del tren de Tapachula. Pero la historia no fue la misma, se toparon alrededor de media noche con tres personas, estaban armados; con lámparas directas a su rostro les dijeron que les dieran todo lo que traían.
Uno de ellos con corte militar, blanco y pecoso, otro más alto pero menos fornido con coronas en los dientes y el pelo largo, llevaba un largo cuchillo que le pasó por la garganta y el otro a quién no pudo ver bien sí le distinguió un machete en la mano. Quisieron correr, pero no llegó lejos, sus amigos se dispersaron y no se dio cuenta por donde se fueron. A ella la agarraron y la comenzaron a golpear, le rasgaron la ropa e intentaron violarla.
"Había escuchado estas historias, pero no creí que me tocara, la realidad te llega tan de repente que crees que es sólo un sueño. Ahora sé que nunca debía de haber salido de mi casa, de mi país. La vida es dura en Honduras, no hay trabajo y mucho menos puedo pensar en estudiar. Quiero casarme y tener una casa.
"Empezaré de nuevo mi vida, sé que volví a nacer, que tengo una nueva oportunidad, y la aprovecharé en mi casa junto a mi familia. Por no dejar que me violaran me machetearon, creí que moriría, no sabía dónde me encontraba ni qué había sido de mis compañeros. No los culpo, ellos también tienen necesidades y miedos. Corrieron más que yo por ser hombres, o solamente me querían a mí por ser mujer. No lo sé y ahora no me lo preguntaré más.
"Quiero irme a mi casa y pensar que se puede hacer algo en Honduras y que la realidad de mi país cambiará. No puede ser que tanta gente siga creyendo que resolverán algo huyendo hacia el norte. ¿Malos recuerdos de los mexicanos?, ninguno; sólo sé que estas personas eran malas, y los mexicanos no son así. Hay buenos y hay malos, y sí me gustaría regresar a visitar a la gente que me ayudó para agradecerles, pues lo hicieron sin mayor interés que verme bien".
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Naguib Mahfuz
miércoles, 28 de febrero de 2007
Entre Dos Ríos II
En la carretera
El calor inunda la pequeña carretera que conduce de El Ceibo, frontera con Guatemala, a la primera ciudad en territorio mexicano, Tenosique.
Unos prefieren recorrer la zona de la montaña por miedo a cruzarse con las autoridades migratorias de México. Saben de los peligros y las horas de camino, sin agua y comida, una maleta a la espalda con sus escasas pertenencias, una Biblia, un retrato de los hijos, o la foto con la novia, la mamá o a la puerta de su casa.
El camino a recorrer está a escasos 300 metros de distancia de la carretera donde el transporte los llevaría en una hora. El paso por la montaña se hace en tres días. Los obstáculos van desde un posible asalto, hasta violaciones a mujeres y niños, el robo de su poco dinero, y un sin número de pasos en ríos y pantanos, que llegan a la altura de la cintura.
Tres días, con llagas en los pies, con infecciones en la piel por picaduras de mosquitos, larvas, garrapatas y hormigas. El hambre y el sueño, mojados por la frecuentes e inesperadas lluvias que incrementan el sofocante calor. Deshidratación, temperatura, cansancio extremo y con todo ello, la esperanza de llegar hasta la vía del tren Chiapas-Mayab, que los llevará hasta la frontera norte de México para así llegar a Estados Unidos. El sueño prometido, la esperanza económica, el reencuentro con la madre o con el hermano, el trabajo seguro, el envío de dinero a Honduras o a El Salvador.
La llamada telefónica: "Estoy trabajando en una empacadora", "corto el césped de una gran casa", "te envío los tenis que tanto quieres", "el dinero para comprar el uniforme ya lo tengo". Es lo que ellos llaman, "el sueño americano", el sueño a tener un trabajo sin violencia y sin la preocupación de "qué comer el día de mañana".
Brenda Ávila, 20 años, de Catacama, Honduras. Salió un sábado de su casa, no planeó nada, sólo sabía que tenía que salir de Honduras para llegar a Estados Unidos; así lo hizo una amiga de la escuela y tenía un trabajo en Los Ángeles. Le enviaba un dinero a sus papás y así podían vivir los viejos sin mayor preocupación.
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Naguib Mahfuz
martes, 27 de febrero de 2007
Hasta pronto tía Margarita, te extrañare...
Quise escribir ayer, pero las letras eran nulas y el pensamiento estaba en la última imagen que tuve de ella.
Hasta pronto tía Margarita, te extrañare... De hecho ya te extraño...
JG
jueves, 22 de febrero de 2007
Entre Dos Ríos
Introducción
En estados Unidos, según estadísticas del año 2006, existen 12 millones de inmigrantes ilegales. Y cada año recibe un millón de inmigrantes legales y otras 700 mil ingresan de manera ilegal. Ellos son mexicanos, nicaragüenses, guatemaltecos, hondureños y salvadoreños, además de orientales y de origen árabe.
Para los inmigrantes los beneficios materiales son claros: el dinero que envían a sus familiares, les permite comer mejor, vestirse, estudiar y, en algunos casos, reconstruir sus casas. Son varias las causas de la migración: la pobreza, la marginalidad, la violencia, el desempleo, la violación de los derechos de los niños y de los adultos, la corrupción gubernamental y la falta de oportunidades para desarrollarse como seres humanos.
Quienes inician primero el recorrido a Estados Unidos son mujeres; ellas, abandonadas y con hijos, y ante la falta de un trabajo que les proporcione alimento, escuela y una vida personal satisfactoria, prefieren afrontar historias que conocieron a través de amigos o familiares que hicieron el viaje, a quedarse en su país sin expectativas de un buen futuro.
JG
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Naguib Mahfuz
miércoles, 21 de febrero de 2007
El andar aquí comienza.
Javier
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Naguib Mahfuz