lunes, 5 de marzo de 2007

Entre dos Ríos III


Brenda Ávila, 20 años, de Catacama, Honduras. Salió un sábado de su casa, no planeó nada, sólo sabía que tenía que salir de Honduras para llegar a Estados Unidos; así lo hizo una amiga de la escuela y tenía un trabajo en Los Ángeles. Le enviaba un dinero a sus papás y así podían vivir los viejos sin mayor preocupación.

El plan era viajar por carretera hasta Guatemala, y de ahí buscar al guía que los llevara a Tenosique, en esa localidad suben al tren de carga. La historia se convirtió en un mal paso. Eran tres, dos varones y ella. Caminaron por la noche para tratar de no ser vistos por la gente ni las autoridades. No tenía miedo, se sentía segura y con la confianza de llegar a Tenosique.

Ellos seguros, conocían el camino, ya lo habían recorrido hace un año, cuando el huracán Stan destruyó la vía del tren de Tapachula. Pero la historia no fue la misma, se toparon alrededor de media noche con tres personas, estaban armados; con lámparas directas a su rostro les dijeron que les dieran todo lo que traían.

Uno de ellos con corte militar, blanco y pecoso, otro más alto pero menos fornido con coronas en los dientes y el pelo largo, llevaba un largo cuchillo que le pasó por la garganta y el otro a quién no pudo ver bien sí le distinguió un machete en la mano. Quisieron correr, pero no llegó lejos, sus amigos se dispersaron y no se dio cuenta por donde se fueron. A ella la agarraron y la comenzaron a golpear, le rasgaron la ropa e intentaron violarla.

"Había escuchado estas historias, pero no creí que me tocara, la realidad te llega tan de repente que crees que es sólo un sueño. Ahora sé que nunca debía de haber salido de mi casa, de mi país. La vida es dura en Honduras, no hay trabajo y mucho menos puedo pensar en estudiar. Quiero casarme y tener una casa.

"Empezaré de nuevo mi vida, sé que volví a nacer, que tengo una nueva oportunidad, y la aprovecharé en mi casa junto a mi familia. Por no dejar que me violaran me machetearon, creí que moriría, no sabía dónde me encontraba ni qué había sido de mis compañeros. No los culpo, ellos también tienen necesidades y miedos. Corrieron más que yo por ser hombres, o solamente me querían a mí por ser mujer. No lo sé y ahora no me lo preguntaré más.

"Quiero irme a mi casa y pensar que se puede hacer algo en Honduras y que la realidad de mi país cambiará. No puede ser que tanta gente siga creyendo que resolverán algo huyendo hacia el norte. ¿Malos recuerdos de los mexicanos?, ninguno; sólo sé que estas personas eran malas, y los mexicanos no son así. Hay buenos y hay malos, y sí me gustaría regresar a visitar a la gente que me ayudó para agradecerles, pues lo hicieron sin mayor interés que verme bien".



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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz

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