viernes, 15 de junio de 2007

La Espera




“No necesito correr, no necesito volar, sólo necesito que pase el tren y un poco de suerte. El calor me aturde y eso no está bien, la cosa se pone mala. En Honduras no hace tanto calor como aquí, así no puedo; mejor me regreso a la casa y lo intento como para noviembre o diciembre. Ya son tres días y no pasa el tren. Así no puedo continuar; estoy cansado, no he comido bien y estoy mareado. La cosa está mala, muy mala”.

El calor se siente en las orejas, en el pelo, en los pies que arden, y la piel se tuesta. Cuarenta grados a las sombra. ¿Qué será lo más cruel de Tenosique? A las dos de la tarde no hay gente en las calles, sólo ese dar de vueltas de la orilla de las vías a las casas, y ese mirar hacia el infinito por donde los rieles se pierden, por donde podría aparecer como serpenteando el tren. Ese rechinar de hierros, recalentados por el sol. Y una vía chueca que amenaza con tirar los vagones hacia un costado y así dejar que no avance. El calor desespera hasta al más valiente. Cuantos son, 5 ó 6, tal vez sean 20; pero al empezar a bajar el sol aparecen de entre las ramas, de entre los recovecos del final del pueblo, entre muros caídos, de entre las malas hierbas, salen del piso y de debajo de los árboles. Sin camisa, polvorosos, sedientos, hambrientos y temerosos, enojados, desesperados. Las fuerzas se acaban, y ese pinche tren que no aparece y esas ganas de largarse de aquí, de este salvaje calor.

“Llegamos hace tres días, caminamos por la noche y ya se nos acabó el dinero, no hemos comido y ya ni se diga si hablamos con la familia. Hace 5 días que no sabemos nada de allá. Quisiera regresar, pero ya me embarqué en esta chingadera y ahora me aguanto”.

“Una botella de agua de a litro, 15 pesos; por bañarse, 20 pesos; un taco de frijoles con huevo, 15 pesos; unos zapatos usados que raspan por lo grande, 20 pesos; un cigarro, 3 pesos; por dormir en el patio, 20 pesos y un chingo de mosquitos que te cantan toda la noche y te hinchan el pellejo; por pasar el retén militar, 20 pesos; un policía municipal, 30 pesos o lo que te quede en la bolsa; esos policías meten mano hasta en los huevos, les vale una chingada que seas hombre o mujer, si eres mujer de paso pues se dan un festejo. Todo es pisto, todo, que pisto para comer, que pisto para dormir, vaya, hasta para cagar te pide pisto cualquier pendejo, y si no lo tienes, pues te cagas en los calzones y les vale madres. Esto no puede seguir así”.

El ondulante calor sube a lo lejos en las vías y el piso, la humedad lo hace sofocante. No hay manera de salir huyendo. Te atrapa y no deja respirar. Gruesas gotas de sudor recorren todo el cuerpo y un olor que empieza amainar el ánimo. Todos huelen, no hay risas, sólo una queja generalizada, sin comida y con las axilas pegajosas que se extiende a todos lo cuerpos.

Son justo las dos de la tarde, y en la camioneta del Grupo Beta se escucha a través de la radio de comunicación un aviso de emergencia: “Tres arrollados por el tren en La Palma”. Es el tercer día en que no aparecía el tren. Y el grupo de migrantes se incrementaba a cada instante a la salida del pueblo. Quinientos tal vez mil; calcular con certeza no es posible, pero lo preocupante no es eso, lo que sí es preocupante es que entre más migrantes se junten, es seguro que el tren dejará heridos o quizá muertos. Así que es normal que los accidentes ocurran en estas circunstancias. El tren no perdona fallas ni descuidos, entre más migrantes haya esperando, más son los empujones, más son lo desesperados que se avientan a subirse sin medir las consecuencias. Más jaloneos, empujones patadas, codazos. Más son los accidentados, los mutilados, y más son los muertos. De todo hay entre migrantes para ocupar un lugar en el vagón. Lo ideal sería que el tren parara, pero aquí no hay tiempo ni espacio para ideales. El que sube sin un rasguño ya chingó. El que trae un moretón salió librado; pero siempre ocurre: tarda el tren y alguno cae, queda lisiado o muere.

Tenosique, Tabasco. Abril/2007


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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz