viernes, 30 de marzo de 2007

La otra Frontera II




Naranjo, población pequeña, hundida en la selva guatemalteca, donde la mayoría de sus pobladores fueron desplazados por la guerra en que se sumergió el país en la década de los 80’s. Llena de colorido, pequeños comercios y pequeñas motonetas toyota que cobran a 10 quetzales el recorrido. Varios hoteles en el centro de la población pegados a la orilla del río y del pequeño puerto, donde el ferry transporta de una lado a otro, a gente con sus bolsas y maletas de verduras, refrescos y productos para vender.

“Aquí el lugar es seguro”, cuenta don Alberto que tirado en su hamaca atiende una pequeña tienda con la que sobre vive, él, su esposa y cuatro hijos. “Hay soldados todo el tiempo, y por lo mismo no hay asaltos ni nada parecido, eso fue antes, con la guerra, pero ahora usted se puede quedar en cualquier hotelito y nadie lo molestara ni le preguntara a que viene. Los guatemaltecos somos hospitalarios”. Se levanta mientras su esposa con mirada dura escucha la conversación. Don Julio un amigo, cuenta que si, efectivamente pasan muchos inmigrantes, -cientos diría yo, principalmente de Honduras, el país no se queda desabitado porque dejan preñadas a sus mujeres, si no, habría mucha tierra que cultivar, jajajajaja.

“Pero sabe una cosa, se van porque son flojos. Todos son dueños de tierras, pero no las cultivan, y como no les gusta trabajar pues se van a lo más fácil, a buscar el sueño americano”.
– ¿Usted cree que es más fácil irse a Estado unidos que quedarse en Honduras?
- Pues claro- responde don Julio
- Yo no lo creo –habla don Alberto con una soda en la mano que ofrece, sin costo alguno- mire joven, aquí han pasado cientos de migrantes que me compran galletas, sodas, dulces, comida, agua. De ellos vivo y me han contado cada historia. Algunos llegan sin monedas en la bolsa, sin un peso y les ve la mirada, les escucha hablar, le dan tristeza. Hubo uno que se sentó en la misma piedra que usted ocupa, él, venía de regreso a su país con su esposa. Se quedo ahí nomás, mirando y mirándome.

- No se acuerda de mi, ¿verdad?- me preguntó.
- No pues aquí pasa mucha gente y la verdad no lo recuerdo.

“Venía con una pierna solamente, la otra la perdió al caer del tren de Chiapas, después me contó”.

- Usted me dio unos frijoles hace como dos meses-.
- ¿Si?, pues no recuerdo-
-Venía de paso, pero sin dinero y con mucha hambre. Mire en esta misma piedra me dejo sentar, entro a su casa y me dio unos frijoles y tortillas. No tenia dinero para pagarle. Iba yo a los Estados Unidos. Ya sebe, el sueño americano. Ese que es eso, solo un sueño.
- Mmm, ¿como ocurrió, que le paso?-
-Pues ya ve, ¿sabe?. Me subí al tren, pero estaba muy cansado. Me dormí, y caí. Y aquí me tiene, de regreso a mi casa sin un pie, y sin trabajo.

“Comenzó a llorar, que le podía decir. Entre a casa le ofrecí de comer. Se devoró todo. La esposa también. Agachada, sin decir palabra. Solo escuchando. Y así se fueron sin decir más. Así como le digo hay muchas historia, y la mayoría de ellos no regresa, aquí dejan sus dineros. Me compran comida y soda, para el viaje. Ellos, pobres pero siempre dejan un dinerito”.



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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz

martes, 27 de marzo de 2007

La Otra Frontera I



Un río limpio y brillante, verde esmeralda, verde bandera, verde pálido, verde oscuro. Con algunos pescadores indiferentes al paso de las lanchas transportando gente de un lado a otro. Nubes salpicadas en lo alto, un cielo azul que se junta a lo lejos con el río. Un río con resplandores plateados por los rayos del sol y un viento que se estrella en la cara por la velocidad máxima de la lancha. Una vuelta a la derecha y otra a la izquierda. Luego una barrera al horizonte, como el fin del camino y una sorpresa más. Cambia ese tono de verde y una puerta más que se abre a la navegación sobre el río San Pedro, que une El Ceibo en México, con el poblado de El Naranjo en Guatemala.

Se recorren 20 minutos sobre este paisaje, que podría confundirse con un corredor turístico antes de llegar al puesto de control migratorio de Guatemala. Una vieja construcción de madera sostenida sobre el agua por largos pilotes de madera que truenan con el sol. El techo de madera sin pintar donde nota el paso del tiempo por su color grisáceo. Algunos niños y otros lancheros observan la llegada de la gente. Dos militares guatemaltecos revisan documentos y bolsas. Toman nota de los nombres y enseguida pasar a verificar papeles con agentes migratorios.

- ¿Aquí es Naranjo?.
- No es solo la estación, Naranjo esta a la vuelta, allá atrás, más adelante- anuncia el lanchero.

Le da vuelta al pasaporte, ya dentro del puesto migratorio.
- ¿Mexicano?- pregunta.
- Creo que si, es pasaporte de México.
- Mmm, ¿tiene otra identificación?.
Saco la cartera llena de recibos y papeles, busco la credencial de elector.
- Me quedo con esta. ¿a dónde va?.
- A Naranjo.
- ¿Nada más?.
- Si, nada más. A conocer el lugar.
- ¿No va a Santa Rosita?
- Nooo.
- Bien señor. Bienvenido a Guatemala. Cuando salga le entrego su identificación.

Ya esta uno en tierra guatemalteca. La tierra de Alaíde Foppa, Rigoberta Menchú y del premio Nóbel Miguel Ángel Asturias. La nación de la cultura Maya. La nación de los escuadrones de la muerte durante la guerra civil de los años 70 y 80. La nación de la afamada Unidad Revolucionaria Guatemalteca. Guatemala, del náhuatl: Coactimaltlan: "Territorio muy arbolado", o "País de muchos bosques".

Javier García
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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz

jueves, 15 de marzo de 2007

Entre Dos Ríos IV/última


A Brenda la rescató el grupo Beta, a 10 kilómetros de Tenosique, en un lugar llamado El Ranchito. Hacia las tres de la mañana recibieron una llamada telefónica de una persona avisando que una migrante se encontraba lastimada por heridas de machete. "Caminamos más de 40 minutos antes de encontrarla. Un brazo lo tenía a la mitad, pues la machetearon; había perdido mucha sangre, pero recibió atención a tiempo". Creía que la perderíamos, cuenta Gloria Valdez, coordinadora del grupo Beta en Tenosique.

"Situaciones como ésta son continuas. Tenosique es un lugar virgen para estos eventos, llegan a diario mensajes de accidentados y asaltos. Damos orientación en la mayor época de flujo migratoria hasta 300 personas y en la de menor a cerca de 100 personas.

"Esto aumentó a raíz de que el huracán Stan inundo Chiapas y Oaxaca. Aumento igualmente la violencia, los asaltos, los mutilados, y son bandas conocidas, son mexicanos que se aprovechan de las necesidades de esta gente que busca una solución a su pobreza.

"Pero nadie hace caso, necesitamos más policías, necesitamos que se detenga a los culpables y se haga justicia. Las autoridades responden que no hay denuncias y por lo tanto no hay delito que perseguir. Le dan la vuelta a la problemática. Y lo más terrible es que como actúan en la impunidad estas bandas; el día menos esperado empezarán a atacar a los vecinos de las veredas por donde hacen su recorrido los migrantes.

"Si hoy no los persigue la justicia, mañana atraerá muchos problemas aun mayores como son el tráfico de personas y de drogas, cuando es sabido que la frontera en El Ceibo no es segura".


Javier García/Tabasco 2006 ©


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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz

lunes, 5 de marzo de 2007

Entre dos Ríos III


Brenda Ávila, 20 años, de Catacama, Honduras. Salió un sábado de su casa, no planeó nada, sólo sabía que tenía que salir de Honduras para llegar a Estados Unidos; así lo hizo una amiga de la escuela y tenía un trabajo en Los Ángeles. Le enviaba un dinero a sus papás y así podían vivir los viejos sin mayor preocupación.

El plan era viajar por carretera hasta Guatemala, y de ahí buscar al guía que los llevara a Tenosique, en esa localidad suben al tren de carga. La historia se convirtió en un mal paso. Eran tres, dos varones y ella. Caminaron por la noche para tratar de no ser vistos por la gente ni las autoridades. No tenía miedo, se sentía segura y con la confianza de llegar a Tenosique.

Ellos seguros, conocían el camino, ya lo habían recorrido hace un año, cuando el huracán Stan destruyó la vía del tren de Tapachula. Pero la historia no fue la misma, se toparon alrededor de media noche con tres personas, estaban armados; con lámparas directas a su rostro les dijeron que les dieran todo lo que traían.

Uno de ellos con corte militar, blanco y pecoso, otro más alto pero menos fornido con coronas en los dientes y el pelo largo, llevaba un largo cuchillo que le pasó por la garganta y el otro a quién no pudo ver bien sí le distinguió un machete en la mano. Quisieron correr, pero no llegó lejos, sus amigos se dispersaron y no se dio cuenta por donde se fueron. A ella la agarraron y la comenzaron a golpear, le rasgaron la ropa e intentaron violarla.

"Había escuchado estas historias, pero no creí que me tocara, la realidad te llega tan de repente que crees que es sólo un sueño. Ahora sé que nunca debía de haber salido de mi casa, de mi país. La vida es dura en Honduras, no hay trabajo y mucho menos puedo pensar en estudiar. Quiero casarme y tener una casa.

"Empezaré de nuevo mi vida, sé que volví a nacer, que tengo una nueva oportunidad, y la aprovecharé en mi casa junto a mi familia. Por no dejar que me violaran me machetearon, creí que moriría, no sabía dónde me encontraba ni qué había sido de mis compañeros. No los culpo, ellos también tienen necesidades y miedos. Corrieron más que yo por ser hombres, o solamente me querían a mí por ser mujer. No lo sé y ahora no me lo preguntaré más.

"Quiero irme a mi casa y pensar que se puede hacer algo en Honduras y que la realidad de mi país cambiará. No puede ser que tanta gente siga creyendo que resolverán algo huyendo hacia el norte. ¿Malos recuerdos de los mexicanos?, ninguno; sólo sé que estas personas eran malas, y los mexicanos no son así. Hay buenos y hay malos, y sí me gustaría regresar a visitar a la gente que me ayudó para agradecerles, pues lo hicieron sin mayor interés que verme bien".



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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz