Sábado y son las tres de la mañana. El viento se deja escuchar entre los árboles. Estoy acostado y dormía, pero solo de oír como rompe el viento en las ventanas, recuerdo el temor de Bernarda, que por la fuerza de este viento le nace que alguno de los tres árboles que están junto a su casa, caigan junto con el techo y las paredes encima de ella mientras duerme. Pero aún así me doy vuelta y duermo nuevamente bajo ese silbido del viento. Hace calor. Me siento verdaderamente extraño y recuerdo los días fríos de Berlín. Los extremos son contagiosos y molestos. Son cercanos, son implacables. Ahora estoy en La Patrona. La comunidad en Veracruz, donde una parte de la migración centroamericana cruza México con todo su periplo ya conocido.
Son las 8 de la mañana y el viento no cesa de soplar, de silbar, de coronar este paisaje tan extraño. Dormí a pierna suelta aun con calor.
Sí, resalto el calor. Un calorcillo que anhelábamos en Berlín. Un Berlín de -4ºC. Un Berlín que me recibió con los fríos vientos y calles resbaladizas.
A las 10 de la mañana el viento ceso en La Patrona. Dejo un calor sofocante, pesado, sudoroso. A las 10 de la mañana en Berlín anhelábamos un rayo de sol, corríamos a la ventana a revisar el termómetro y marcaba 0º C. Un suéter de lana del Perú cortesía de Camilla, una camisa térmica, una sudadera con gorro y la chamarra con triple forro, unas calcetas térmicas y de lana, unas botas contra el frío, el gorro, los guates y así, a la calle.
En La patrona, unas chancletas y un pantalón corto, esto después de meterse en la regadera de agua fría. Y el viento muy caliente. Todo esto por culpa de un cortometraje, un pequeño ejemplo de lo que hace Nila, sus hijas, nietas y bisnietas , también algunas de sus vecinas en la calurosa Patrona.
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Las cuatro de la tarde. El vuelo sale a las cinco rumbo a París. El destino es una cita en el Festival de cortometraje de Clermont-Ferrand. La entrada a los Pirineos. Clermont-Ferrand, el principal festival de cortometraje en el mundo. Se dice que es el Cannes del cortometraje.
Me recibe Camilla en su casa junto a su perro indocumentado de origen mexicano. Salgo al día siguiente al medio día rumbo a Clermont-Ferrand. Cuatro horas de viaje en un intercambio de ideas con un bato alejado totalmente de la realidad de México. El chico francés cuestiona la mentada crisis económica mundial. Le invito a venir al festival. No puede, su trabajo no le permite quedarse más de 24 horas en la ciudad. Regresará el fin de semana próximo y espera encontrarme para el regreso a París.
La Patrona. Clermont fue una escuela, intercambio de ideas, asombro general, preguntas y respuestas. Se proyecto el corto en varios cines, llenos totales. El respeto por los trabajos es materia fundamental. El respeto hacía el público que paga un boleto para ver tu trabajo es lo primero. El profesionalismo de los trabajos europeos. Trabajos impecables. No podrán tener las emociones de los trabajos latinoamericanos, pero cuidan todos los detalles, dominan la técnica, son disciplinados.
En un encuentro con los representantes de IMCINE, les comente que nuestra copia era deficiente. Palabras más palabras menos: No te preocupes, aquí en Europa ya conocen el trabajo de los mexicanos, ya saben que siempre mandamos trabajos incompletos y que nos falta más rigor. Pero sabes no importa, ni te preocupes, de todas maneras ya lo programaron y no lo pueden quitar del festival además lo ven como un estilo y les gusta. Así que conoce gente y ve al cine gratis ahora que estas aquí.
Clermont-Ferrand, me dio ideas y me enseño sobre el ser riguroso en el trabajo. La Patrona fue aplaudida y comentada. Se que esta hecha con gusto, se que puede dar más. Pero hay que arreglar la copia, así no se puede estar en cines, ni se puede mostrar. Hay que tener respeto por el público y por uno mismo.
Regresar a París. Conozco más gente parisina. Acompaño a tres chicos. Se comunican en inglés conmigo. Viven en cercanías de París, estudian y trabajan en la ciudad. Les doy copia de La Patrona, me piden autógrafo pues suben la importancia del festival de cine. Solo sonrío y les agradezco la compañía.
La tranquilidad de que si vale la pena "La Patrona" esta en mi pensamiento.
Vamos por el largometraje.
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Vamos, vamos, ¿a que hora llega? Son las cuatro de la mañana. El taxi quedo en pasar a las tres. El viento corre helado, mientras en la cafetería de enfrente empiezan a limpiar el piso y las mesas. Un solo chico hace todo el trabajo. Doy brincos me asomo mientras una motocicleta pasa en las madrugada parisina. Cuanto daría por estar en una cama durmiendo y sin frío, mientras el viento golpea las ventanas, como en La Patrona, pero aquí con mucho frío. El reloj marca las tres y diez. Veo luces que se aproximan pero a una cuadra del departamento de Kailey y Miriam dan la vuelta con otro rumbo. Solo pienso que es un error pequeño, no ha de tardar el transporte. Pero mi siguiente pensamiento es "pinches taxis". Me adentro al edificio. Cierro la puerta y escucho un silbido, un silbido similar al viento de La Patrona. Hace menos frío dentro. ¿A cuantos grados estaremos? Se me aflojan los mocos. Busco papel y no paran de fluir. Saco más y más papel y se me siguen saliendo y este pinche taxista que no pasa. Eso sí, me descontaron 19 euros de la tarjeta. Primero pagar y después te atendemos. Entre recuerdo y recuerdo de dichos mexicanos pasa el tiempo. Mariachi pagado por adelantado toca mal Son. Se dan las cuatro de la mañana. Tengo que estar a más tardar a las seis. El vuelo a Berlín sale a las siete. Hago sumas y restas del tiempo. Taxis colectivos que traen gente del aeropuerto Charles De Gaulle a sus domicilios y de paso recogen gente que va al aeropuerto Orly. Miro el reloj y son la cuatro y media. Miento madres. Todos los pinches taxistas son iguales.
Son las siete, siete y media. Anuncian que el vuelo de Easy Jet, con destino a Berlín esta retrasado, el vuelo saldría a las siete en punto. Nueva hora de salida ocho de la mañana. Jajaja. Media hora después anuncian el retraso. Primer mundo, jajaja, mis polainas.
La hora de llegada a Berlín sería a las 8:30 am, son las 9:30 y el golpe en la pista me despierta. Mis ojos miran todo blanco, blanco. Me acerco a la ventanilla y recuerdo mis diez años. Quiero brincar y sentir el viento helado del invierno europeo. La segunda guerra, el cine alemán, las películas soviéticas de mi adolescencia, las viejas fotos que se venden en la lagunilla, el archiduque de no se donde y los 100 días que conmovieron al mundo. Al estar ante este paisaje siento un vuelco en la barriga.
Una hora, dos horas. Reviso la sala de espera de un lado a otro. Llegan vuelos rusos y gente rubia y enorme que me miran tomado café. Unos con cara de guarros se sientan a mi lado. Son tres, tiene pistolones y no me quitan los ojos de encima. Me levanto por más café y unos panes. El hambre me preocupa más que estos tipos. Llega un vuelo de no sé que rincón europeo y se levantan en cuanto aparece un señor mayor con anteojos y larga gabardina de lana color negro. Me miran que los miro y les sigo los pasos. Les digo adios con una mano mientras levanto mi taza de café. Lo hora de la cita pasó y no encuentro a Yeyo y Cristóbal. Pienso que a donde iré si no los encuentro. Bueno me dieron su dirección y les llamo al celular donde solo contesta una operadora. Dos horas después los miro caminar hacía mi. Sus sonrisas son la mejor bienvenida. Alemania junto a su rica historia mundial llego a ti.
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Berlinale. Nieve. Risas y cerveza. Necesito de esta cerveza en mi casa. ¿En mi casa? Estoy en mi casa. Yeyo, Christopher e Iliana. La Patrona hasta ahí, me llevó hasta esos lares, doy un trago más. ¿Que es el cine, porque quiero hacer cine? Mirar el cine en estas instalaciones me lleva a buena parte de mi infancia. Y sigo con el tema, la infancia, mi infancia, el cine y la fotografía.
Revolución. Mirar la historia desde lejos es una intriga para muchos. Mirar México a la distancia, mirar y pensar, pensar y esperar que tenga solución, pero uno de los periódicos más importantes de Alemania publica a primera plana el nivel de violencia por el narcotráfico en mi paisito. Todo indica complicidad de autoridades, partidos políticos y empresarios. Mientras sentado en una función de la Berlinale corre un telón rojo que no veía desde que era niño, un niño que iba al cine desde los seis años y 30 años después forma parte de su existencia.
El país que somos lo comparto con Carlos Reigadas. El México de las apariencias, de los deseos, de los escrúpulos, de rudeza, de las clases sociales, del racismo, del olvido. Imágenes descompuestas, locas, movidas, desastre, mentes enfermas. Revolución. ¿Hubo revolución en México? ¿Independencia? Dan su propio punto de vista cada uno de los directores invitados. Gael y su cursilería. La migración vista sin crítica ni análisis temático. Diego, puf. Un cine cumplidor y evasivo del tema político que es lo que ha inundado a México en las celebraciones del Centenario y el Bicentenario de las luchas internas, de Revolución e Independencia, de la declaración política y del país que no existe, que no ha existido de la democracia contada y las elecciones amañadas. ¿Que país somos es desde la conquista española?
Estamos en la mirada de mundo, nos escondemos ante la crítica. En esta materia nuestros principales actores del movimiento de cine el México se conforman, cumplen y se toman la foto. La Berlinale, quien no quiere estar en uno de los principales festivales de cine del mundo. Tenemos que crecer. Una cosa se repite hasta el cansancio, "conformismo".
Los cines rojos se quedaron en mi mente.
Banski y su documental me hicieron reír. Ojalá llegue a México. Una historia de quien trabaja para conseguir algo y lo consigue porque trabaja con ahínco. No importa si se es medianamente bueno, no busca fama pública, no busca reconocimiento. Solo busca conocer a Banski y llega hasta Banski. Y la manera es trabajar en lo que a uno le gusta.
Lo mejor de Berlin; Yeyo, Chris e Iliana. Chris con su profunda crítica. Con sus excelentes conversaciones históricas de la ciudad. Su amor por Berlín y su país. Las caminatas nocturnas y las largas platicas. Eso es lo mejor de Berlin junto a su Berlinale. Mis amigos. Yeyo y la nostalgia y tristeza que vemos en México algo lejano en donde poder vivir bien, trabajar bien.
Gracias a Iliana, Camilla, Miriam, Kailey, Yeyo, Christopher. Gracias a las mujeres de La Patrona. Que con su día a día, han hecho posibles muchos viajes y abren muchas puertas y caminos.
Paris, Clermont-Ferrand y Berlin las espera. Han dejado amigos y admiradores. Han dejado fuertes críticas y preguntas al Status Quo que han impuesto los gobiernos mexicanos.
Vienen más viajes, más críticas y más ideales firmes ante la realidad.
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Doce horas después de salir de París y aterrizar en México. Una vara de un árbol me entrega mi sobrino. Es mi regalo de bienvenida. Ahí esta aun, guardada en la maleta para que no me olvide. Saque la ropa y guarde el regalo. Pareciera que no ha pasado nada, pero veo la vara y recuerdo el cariño que encontré en cada puerta y la palabra en cada aeropuerto o sitio de taxi. A La Patrona le quedan varios festivales de cine en México, Canada y Europa. El largometraje es un hecho. Ya no es solo idea, ahora hay que sentarse a planificar, platicar con doña Leo, con las mujeres de la comunidad y saber de sus pensamientos. Este proyecto puede cambiar sus vidas. DeNadie ya se las cambio. Uno proyecto más y no se sabe hacia donde sera el camino.
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Es medio día y el calor es raro. Ando solo con bermudas y unas chanclas que me queman la planta de los pies. Los zancudos cantan a mi alrededor y la comezón es general. En la mejilla en los pies, entre los dedos, en la espalda. Tomar mucha agua dice Bernarda. Va y viene de la papelería a su casa. No se le ve cansada y su tez morena se nota molesta. "Es el pinchi calor y esto lo provoca el sur y todavía nos quedan tres días así, se siente re feo".
Resoplo un poco mientras consumo el café caliente que me trajo Bernarda. Doña Leo anda por ahí espantando las gallinas que acezan bajo las sillas buscando sombra. Ni un movimiento de los árboles o el viento y este calor que no da respiro. Todo en calma y los pájaros pareciera que se desaparecieron.
Recuerdo las bolas de nieve que nunca puede hacer en Berlín. Recuerdo los tragos en las cantinas del barrio. Recuerdo las risas de Iliana. Recuerdo las atenciones de Yeyo y su excelente queso con pan y la mirada de Christoper cuando salía rumbo a su trabajo. Recuerdo ese café de las mañanas y los rápidos pasos de Camilla en las baldosas mojadas de su París. Recuerdo las palabras de Miriam y su analítico pensamiento y las apetitosas ensaladas de Kailey con su fuerte crítica a las políticas de su país.
Y sigo resoplando a media noche, escuchando los bichos de la noche y los vientos que golpean las laminas y auguran otro día sofocante en La Patrona como otra cara del duro invierno europeo de principios de año 2010.
La Patrona, Veracruz. Abril/2010
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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera. Naguib Mahfuz
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