lunes, 24 de noviembre de 2008

Café

Zuuuuuuuuum, los números rojos del radio-reloj marcan las seis de la mañana, zuuuuuuuuum.

Levanta el brazo buscando contener ese zuuuuuuum. Una mano palpa a la derecha busca el botón milagroso. Mmmm, se escucha, se revuelve entre la sábanas, se estira y enciende la lámpara. Picasso, se queja, se sienta y pide café.
Sheraton, se pone la bata y enciende la luz de la pequeña cocina, prepara la cafetera italiana, la enjuaga solo con agua para tener una buena preparación.

Picasso entra al baño. Antes, mira la hora que marca el radio-reloj, la luz tenue aún inunda la habitación. Ir a trabajar. La rutina de todos lo días, piensa. Levantarse a las seis, bañarse, una taza de café y librar una batalla con el tráfico para llegar a tiempo a la oficina. Hablar con Sheraton, para ver como esta su día, salir a comer y sí se puede, escaparse para tomar un algo.

Cuentas, números, memorandos, deudas , cartas, citas y más citas… Nunca creyó que ser contador podría ser tan tedioso y a veces mortalmente aburrido. Los mismos números, las mismas citas, los mismos pagos con distintas reglas cada año, la misma rutina, el mismo tráfico, el mismo conflicto, el mismo semáforo, la misma calle, el mismo policía, el mismo salario…

-Sheraton, esta bien este café. Esto es lo que logra despertarme- dice Picasso.
-Gracias. Quedo muy bueno, aunque no conocía bien este café, no sabía bien dónde comprarlo.
Se escucha un sonoro sorbo al café de parte de Sheraton.
–Mmm que rico- dice Sheraton.
-Por favor no me gusta el ruido al sorber , sabes que no soporto ruidos cuando come la gente.
-Perdóname. No te enojes que es muy temprano-. Dice Sheraton un tanto asustada.
-Bueno, bueno, mejor me voy, que el pinche tráfico no perdona unos minutos de retraso y ahora mi jefe está insoportable. Además, no pase los informes del mes y me pueden descontar las multas.
- ¿Te espero para comer?- pregunta Sheraton.
-Hay te hablo, no estoy seguro. Si me escapo pues tomamos un café en algún sitio.

Se levanta de la mesa, corre hacia su portafolio y la besa en la frente. Ella solo dice hasta luego y piensa que esos besos no le gustan.

El sol inunda la ciudad. El calor sofoca y la enorme cantidad de autos envuelve las calles. Los peatones chocan entre sí, un taxi se pasa un alto, el microbusero cobra de más y grita "todos hacia atrás, hagan doble fila, que todavía hay lugar". La ciudad de México, propensa a todo tipo de historias que llegan a lo inverosímil. Hasta pueden caer aviones con funcionarios en las arterias más congestionadas como lo es la ruta de Picasso: el Periférico. Después de caminar en la Alameda para una cita mira el reloj y piensa que es momento de escapar por un rato. Son las cuatro y podrá regresar a la oficina después de las cinco. Hace rato que no platica con Sheraton. Llegan cansados a casa, agotados, exhaustos y su carácter duro le provoca tener muchos momentos de mal humor. Con la mirada profunda, siempre de traje y corbata, los zapatos bien boleados y portafolios de corredor de bolsa. Se apresura corriendo hacia el metro. Habla con Sheraton por el celular para tomar un café. Dejar el auto en la oficina fue la mejor idea, a estas horas es una odisea con el trafico del Centro.

A bordo del metro lo bolsearon, lo manosearon, lo empujaron. Llega al parque de la colonia. Después se arrepiente de tomarse el rato libre. Pasear su juguete en estos tiempos no es muy recomendado, un policía, un detector de metales, un edificio llamado inteligente lo delataría fácil. Lo mejor es llegar con Sheraton para que lo lleve a casa y platicar con ella un rato y el mal humor se pasa.

- Un café americano por favor- pide Picasso.
- Un express doble cortado- pide Sheraton.
- Eso te reventará el estomago, mejor pide otra cosa, luego te quejas y te quejas.
- No. Me gusta mi café, ya te lo he dicho- dice Sherton un poco molesta. - Siempre me dices qué pedir o que tomar-.
- Ya, ya, no te enojes- responde Picasso, leyendo el periódico sin levantar la vista.

Ella mira los árboles, mira la gente caminar, mira los perros que husmean y orinan las plantas. Observa como corren los niños, y piensa que quisiera ser niña de nuevo para correr y reír entre la gente. Solo le complace el aromático que le sirvieron. Sin azúcar es mejor. Sorbe un poco y Picasso levanta la vista mal humorado.

Picasso quisiera quitarse el saco pero no puede, su juguete debe permanecer oculto. Tiene calor y le sofoca la corbata. Se la afloja un poco, mira al cielo y ve pasar un avión a lo lejos, a lo alto, en lo inalcanzable. Regresa su mirada al periódico, cree que la bolsa de valores es una tomadura de pelo. Escucha otro sorbo y se molesta de nuevo. Levanta la mirada hacia Sheraton y le fulmina con los ojos, se arrepiente de su escapada del trabajo. Le ha dicho mil veces que no sorba, que no lo soporta. Cuantas veces se lo ha dicho.

Una niña corre, juega y grita a su alrededor. Toma un poco de su café y mira el expresso que toma Sheraton. Sheraton sigue concentrada en los árboles del parque. Él la mira y se pregunta porque se casó con ella. Regresa su vista al periódico y lee: “Alza a la gasolina en tres centavos”. Se pregunta cuando habrá una aumento a los salarios. Escucha de nuevo otro sorbo.

-No sorbas el café, Sheraton, n-o sor-bas el ca-fé-, le repite y en mal tono.
Sheraton, lo mira extrañada y se concentra en el revolotear de los pájaros alrededor de una señora que les da migajas de pan. La niña pasa corriendo y gritando. Picasso trata de concentrar su vista y sus oídos en el periódico que tiene extendido. Cambia de página: “La inflación está controlada”. Otra nota del periódico. Enojado cambia de página. Arrepentido, acalorado, aterrado. ¿Cuándo decidió casarse?, ¿porque? Quería ser corredor de bolsa y ahora es el contador de una oficina donde no le agrada la gente. Otro sorbo.

Grita a Sheraton. – Me tienes hasta la madre, ya no hagas tu ruidito.
Sheraton, perpleja le dice que no ha hecho ningún ruido.

Picasso regresa al periódico. Regresa a su lectura. Regresa a su adolescencia. Regresa al metro y los empujones. Regresa al trabajo. Su imaginario lo seduce.

Se oye otro sorbo y en seguida dos disparos a quemarropa.

Con la pistola en mano ve a Sheraton, en el suelo y con un surco de sangre brotando de su estomago.

Mira con horror Picasso a Sheraton. Su mente en blanco y los gritos de la gente a su alrededor. No entiende y su cabeza no le permite moverse. Su juguete se le cae de la mano y da dos pasos para atrás.

La niña que corría al lado, mira perpleja la escena y su padre la levanta. La niña voltea a ver a Picasso, haciendo un sonoro sorbo del bon-ice.

Picasso, mira el Express intacto de Sheraton.

México, D.F. Noviembre, 2008.


___
La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz

miércoles, 11 de junio de 2008

Marihuana

Crónica de un día en la Sierra de Michoacan.


El pretexto.


Recorrer el campo, los bosques, las montañas y caminar y caminar hasta agotarme ha sido siempre un placer. Un placer que le debo a mi abuelo-padre, a Don Abu. A Don Abu, de Veracruz, a Don Abu de la montaña veracruzana. Esa montaña que cuando llueve, cala en los huesos y te atrapa con sus goticas de espesa neblina.

No recuerdo con cuantos años contaba cuando mis recorridos en esas veredas empezaron. Pero si se que fue cuando niño. Aun no tenia una cámara fotográfica y esas imágenes aun se guardan en mi archivo cerebral y las observo cada 11 de julio y cada que recuerdo los pasos de Don Abu en esos bosques Veracruzanos y caminando yo a su lado.

Era caminar a Pancho Poza, era caminar por horas hacía Tecopaguas, era caminar a Atazálan, era caminar a Progreso y a Filipinas, al Arco y a Cerro Colorado. Era caminar al panteón de Altotonga para limpiar y llevar flores a mi abuela que ahí sepultaron. Era caminar al rancho por café en el mes de diciembre, por el maíz en junio o para treparme a los árboles de pimienta en el caluroso agosto aunque lloviera.

Pero la caminata que más recuerdo fue la que un día empezo a las siete de la mañana. Mi abuelo siempre fue un extraordinario madrugador y ese día en la casa del pueblo se levanto tempranito tempranito, para preparar el desayuno y echar la comida pa la caminada. El plan era ir de Altotonga a Progreso. A su lugar de nacimiento, a su infancia, a sus hermanos, a sus papas y la revolución mexicana, pero esa revolución es pa otra historia.

Nos llevo esa caminata más de cinco horas de ida y otras más de regreso, de paso a paso y de corro y salto, de una piedra para el monte y otra piedra para la cañada, una hoja al riachuelo y un grito a la loma. Manos llenas de barro que escarban en el camino a cada paso. Y mis tenis de siempre, esos que él me compro en el pueblo, de color Café y después llenos de barro con el color café del camino, con los 80 años de mi abuelo de recorrer esas subidas y bajadas, de sus pasos, de sus veredas. Y ese piso recordaba de nuevo el pasar de Don Abu por esas humedos caminos.

Gente nueva que saludaba a nuestro encuentro, tomar esa agua que ofrecían, comer duraznos y naranjas, peras y tejocotes. En fin, nunca falto la comida del campo. Los tacos de huevo con salsa eran sublimes y acompañados por un buen café con leche que transportábamos en botellas de refresco y tapaba él con un holote y lo conservaba caliente. Gente al encuentro y aves extrañas que jamás he vuelto a ver. Enormes tarántulas y arañas saltarinas, chicharras, mosquitos, mariposas, hormigas rojas y negras, perros valientes que me correteaban, gatos en lo alto de un tejado o techo de cartón, enormes árboles de los que se acordaba mi abuelo por nombre y apellido. Y casi ya para llegar parar y orinar, una parada para descansar sobre una piedra en la que él sentó cuando era niño, parar para mirar el viejo camposanto, donde no recuerda donde quedo mi bisabuelo, parar para ver a lo lejos un verde distinto a los demás. "Detrás de ese enorme árbol, estaba Mi Casa" me dijo, y sus pequeños ojos cafés se entrecerraron en ese paisaje que guarda mi memoria. Voltee la cabeza hacia ese lugar y ahora aparece claro y enorme en mi cerebro, como lo vi aquella vez. El camino le recordó varios anécdotas que me contó pero que yo no recuerdo los detalles. Eso si, eran sobre mis bisabuelos, sobre mis tíos-abuelos, sobre sus correrías, sobre los zapatistas y sobre los carranzistas que se robaban a las muchachas, sobre las balas de los zapatistas cuando encontraban a los carranzistas y luego los casquillos que ellos juntaban y enterraban para que ni unos ni otros los acusaran de tener armas. Él en esos tiempos tendría entre 6 y 10 años. Él, Don Abu, nació en 1905 y cuando yo tenía 10 años me rescato de esta ciudad y me enseño el campo, la montaña, el bosque y la naturaleza eran su vida y me la heredo.

Por eso ahora cuando camino o recorro cualquier bosque o montaña, pradera o campo de maíz o cerro o árbol, lo disfruto. Saludando al perro valiente que sale a mi encuentro, a la tarántula, a la saltarina araña, al árbol o al fruto que me ofrece ese camino, a la vaca serena y al toro desconfiado, al campesino amable y pobre y al eco que repite conmigo el nombre de mi Abuelo, Dooooooon AAAAAAAAbuuuuuuuuuuuu.

Pero hubo un recorrido que no disfrute y me apena. Ese recorrido fue en la montaña de Michoacán, donde la marina entra y destruye plantíos de marihuana o amapola, donde decomisa colas de borrego, cruza poblados sin pedir permiso. Donde las miradas campesinas me recordaran con rencor y que no fotografíe para salvar el poco respeto que no les pisotean.

Es fácil culpar al que siembra, pero es complicado señalar al que empobrece, es fácil destruir la siembra, pero es complicado cobrar lo justo por el maíz, por el café, por lo históricamente cosechado honestamente. Es difícil ser campesino en la sierra, en la montaña, pero es fácil hacer congresos de lideres campesinos en hoteles de lujo , en congresos con diputados y senadores y edecanes que sirven el café y el desayuno en entalladas telas. Es difícil caminar horas y horas en esos caminos que me enseño Don Abu para llevar la comida y los zapatos a los niños, para que asistan a la escuela de tablas y goteras, pero es fácil recorrer esos caminos en camones militares, enfundados con chalecos antibalas, pasamontañas y pesadas armas ak47 y m16, de "uso exclusivo del ejercito".

Apenado estoy por recorrer esos terrenos de a pie, en esas condiciones de la marina. Ojalá nunca se repita, ojalá.

A mi Abuelo y a los campesinos con respeto. J
____

La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz

viernes, 16 de mayo de 2008

Letanía

LETANÍA EN CALÓ


Ese!
Ruega por nosotros
Jefito de Chuy
Ruega por nosotros
Bato de Aquella
Ruega por nosotros
Bato Loco
Ruega por nosotros
Bato Escuadra
Ruega por nosotros
Bato Alivianado
Ruega por nosotros
Bato buti suave
Ruega por nosotros
Bato que se manda
Ruega por nosotros
Bato que se avienta
Ruega por nosotros
Cuate de mi tierra
Ruega por nosotros
Cuate de mi barrio
Ruega por nosotros
Carnis de Carnales
Ruega por nosotros
Cholo de San Anto
Ruega por nosotros
Cholo del Chuko
Ruega por nosotros
Cholo de Sacra
Ruega por nosotros
Cholo de Los
Ruega por nosotros












Cholo de Sanjó
Ruega por nosotros
De los aracles
Líbranos, Señor
De los gabas
Líbranos, Señor
De la migra
Líbranos, Señor
De los tecatos
Líbranos, Señor
De lo gacho
Líbranos, Señor
De la jura
Líbranos, Señor
De los vendidos
Líbranos, Señor
Pinto de mi cora
Líbranos, Señor
Talón de mi cora
Líbranos, Señor
Jacalero de mi cora
Líbranos, Señor
Jefe de la Divina Tórica
Líbranos, Señor
Compa y Camarada
Líbranos, Señor
Padrino del divino bolo
Líbranos, Señor
Bato de mi raza
Líbranos, Señor

Amén y Con Safos

José Antonio Burciaga



_____
La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz

martes, 22 de abril de 2008

La Patrona

Las Patronas

El calor se extiende con sus largos tentáculos a lo largo de la estación del tren de Tierra Blanca, Veracruz. Son las 11 de la mañana y una máquina ruge arrastrando furgones y tanques del tren, acomodando uno a uno, hasta formar un extraño gusano, enorme y oscuro. Serán 70 tal vez 80 vagones del tren con su carga. Mientras cientos de migrantes centroamericanos de desperezan, se estiran, toman agua o revisan sus bolsas rotas y sucias donde llevan sus pertenencias; una carta o una foto, el carné de identidad o un peine y la biblia. Unos pantalones roídos, gel para el pelo, el cepillo de dientes. Unos más se acercan a la vía bajo los rayos de 40 grados del sol que caen con toda su brillantez. Mejor seguir oculto debajo de un árbol, o debajo de un viejo y abandonado vagón, no importa que huela a mierda u orines, no importa estar acostado sobre tierra y basura, hay que ocultarse del sol, el sol pega y pega parejo. La sed se hace más grande bajo este calor insoportable que altera aun más a los mosquitos y ese malestar al que no se acostumbra uno. La falta de baño, la falta de comida caliente, el agua fresca, el hogar y la familia quedaron atrás para otros tiempos, tal vez para mejores tiempos.

El reloj marca las once treinta de la mañana y cuatro enormes y tiznadas máquinas de tren hacen temblar el piso, se colocan al frente del largo convoy y los trabajadores con enormes esfuerzos enganchan dos máquina al frente del convoy, se adelanta la mitad de la columna y las otras dos máquinas quedan justo en medio de todos los vagones. El maquinista anuncia la salida del tren con largos silbidos y los ensordecedores ruidos de las máquinas. Todos se levantan y corren, se suben a grandes zancadas nadie se quiere quedar, solamente los que llegaron a las 9 de la mañana de Medias Aguas le dan la espalda. Son muchos los que se apilan y buscan la sombra entre hierros y tubos de los vagones. Son mujeres , algunos niños y muchos adolescentes. Unos más suben a lo alto, esperando ver este pueblo por ultima vez y se despiden del desconocido vecino que se asoma a la ventana para ver el cotidiano salir del tren con su centenar de centroamericanos abordo. Ellos buscan la tolva abierta o el vagón que lleva cemento. “En ellos siempre hay de donde agarrarse”, cuenta el que lleva dos viajes.



____
“Hace años, cuando a mi Rosa, la mande a comprar un poco de pan y leche para la cena. En aquel entonces no era tanta la gente que viajaba en el tren, eran cinco o seis, y solo decíamos, mira ahí van unas moscas, pero no sabíamos de donde venían ni a donde iban. No les tomábamos importancia, pues no se hablaba mucho de ellos. Y entonces esa noche, llega Rosa y Bernarda sin pan y sin leche, y con unos ojos así chiquitos y tristes… Les pregunte que paso y donde esta el pan y la leche, y así medio asustadas y sorprendidas me cuentan, que dos muchachos así grandotes, grandotes, se le acercaron y le dijeron que les regalara su pan, que tenían mucha hambre y tenían dos días de no comer nada”.

Habla Doña Leonila Vázquez, de 65 año de edad. Morena y mirada fija. Piel y manos fuertes curtidas por el trabajo en el campo. Vivaz, inquieta, siempre sonriente y mirando al cielo recuerda, como empezó a dar de comer a los migrantes hace algunos años. Lava trastes, escoge arroz y dirige a sus hijas y nietas, para preparar los lonches que llevarán a los migrantes que recorren México en el tren de carga. Hace cuentas de cuantos costales de abono necesita para la próxima zafra de azúcar. No hay descanso, todos los días lunes, martes y hasta el domingo preparan algo de comida. No hacen caso a la regla de la Biblia que dice que un día se dedicara al descanso, si lo hacen ese día alguien se quedará con hambre y sed.




Ya pasó el armón, ya pasó el armón-. Grita Lidia desde la ventana de la papelería. Enseguida doña Leonila junto a sus hijas y nietas, prepara la comida y el agua que repartirán al paso del tren. En el tren que bordea el pueblo donde ellas nacieron. Son tacos de arroz, fríjol, un pan y agua, a veces hay huevo, o mole de alguna fiesta del pueblo. Son ya varios años en que tomaron el habito de dar de comer. “Son muchos los que pasan”, dice doña Leonila, “pero es mucha la necesidad, es mucha el hambre, pero hacemos lo que podemos, mientras dios nos preste vida , seguiremos ayudando a esas personas”. empieza a sonar su silbato, entonces aminora la velocidad y empiezan a aparecer los migrantes entre los vagones, les hacemos señales con las bolsas de la comida y los más intrépidos se bajan con el tren en marcha, la mayoría se cuelgan hacia la comida tratando de tomarlas de nuestras manos y si el maquinista es bueno, pues entregamos todo, de 20 a 30 bastimentos por cada una de nosotras, hay algunos maquinistas que no les importa y pasan muy rápido y se torna peligroso pues se pueden caer alguno muchacho, incluso alguna de nosotras nos podemos caer, habemos muchas rasguñadas pues ellos se estiran tratando de tomar algo. Hay veces que toca un maquinista que nos ve y baja de velocidad le damos de tomar algo y dando de gritos, dando las gracias y sonriendo al paso.

La ayuda se extendió a otras mujeres de esta localidad, a Chela, a Doña Viki, Norma, Julia, Sara todas ellas vecinas de doña Leonila, que es reconocida como quien empezó a repartir comida. Hay cientos de anécdotas, en “La Patrona de Guadalupe”, municipio de Amatlán, Veracruz. Es en al orilla de las vías del tren de la empresa FERROSUR, en el cambio de vía antes de llegar a Córdoba. Este es el paso de cientos de migrantes provenientes de Centroamérica que por años intentan llegar a EU, es el camino de Tierra Blanca a Orizaba. Es el calor veracruzano de sus habitantes, es su risa y sobre todo su solidaridad.



Para doña Leonila originaria de La Patrona, como muchas otras mujeres que reparten comida, el tren es una tradición es su vida. “De chiquilla mi papá me llevaba en tren hasta Tierra Blanca a pasear o comprar algunas cosas, y desde muy temprano tomabamos el tren para ir a vender la leche a Córdoba y Amatlán”. A 100 mts de su casa se encuentra la vía, antes de pasaje y carga, que a raíz de la privatización del sistema ferroviario solo quedo el tren de carga. Pequeñita y de mirada lenta, se detiene en un punto sus ojos y lo examina. Parecería no escuchar, pero es atenta a todo.
- ¿Y que pasó, cuando las abordaron los centroamericanos?
- Pues primero nos asustamos- habla Rosa, mujer fuerte y de hablar directo- le digo a Bernarda mi hermana que qué hacemos, pues vimos como bajaron del tren en marcha y estaba oscuro, no sabíamos quienes eran y de donde venían. Se les veía en la cara la desesperación y le diga a mi hermana, pues yo les doy el pan, a ver si no nos regaña mi mamá, total, tenemos tortillas y frijoles en casa. Pues les di el pan y se lo comen así, rapidito, rapidito. Y otros que venían atrás, no piden la leche, todos ellos demacrados, y con ojos de cansancio. Nos quedamos sorprendidas, sin leche y sin pan, ya dios dirá.
- Al día siguiente cuando escucho el silbido del tren, allá atrás de la montaña-habla dona Leonila- prepare unos pocos taquitos eran unos cinco, y ya cuando estaba más cerca el tren me fui para la vía, y espere a que llegará. Pensé, si viene gente pues les doy los tacos para que coman algo. ¿Y que cree?- se le pierde la mirada en el recuerdo y con una sonrisa y voz nerviosa se le rompe la voz- pues venían muchos ahí reguindaos, muchos, así como piñas, todos gritando gracias madre. Eran muchos, demasiados como para mis fuerzas y mis cinco tacos. –Se queda pensando, se agacha y pregunta- ¿cómo es posible que esto ocurra, que la gente tenga hambre y vayan colgados como animales? Y sus gritos se escuchaban, madre tenemos sed, y el tren pasando muy rápido. Y yo ahí nomas mirando sin saber que hacer.

El resto vino con calma, cuenta Norma, hija de doña Leonila, quien actualmente coordina de alguna manera a la veintena de mujeres de la localidad. Nos organizamos, mis hermanas y mi mamá de este lado de La Patrona, y el resto de las mujeres en el cambio de vía donde en algunos días de suerte pueden bajar los muchachos, se forman al pie de nuestras casas y les repartimos café y pan. Incluso cuenta dona Viki, que hasta la han asustado cuando en su cocina prepara el desayuno y aparecen algunos todos polvosos, queriendo comprar un café, con unas cuantas monedas. “les digo no mijos, siéntense ahí y tomen, yo no vendo. Incluso hay mujeres y niños que les doy agua para que se den un baño y hasta ropa, porque allá adelante en Orizaba el frío es muy duro”.


Que queremos a cambio, -continúa doña Viki- nada, bueno si, es satisfacción de estar ayudando a la gente con las mismas necesidades. Son gente humilde, pobre que busca mejorar. No pasan a robar ni nada de eso que hablan en la tele, en todos estos años nunca me ha faltado algo de mi casa. Y además mire, yo no conozco Honduras, ni siquiera lo he visto en el mapa pero se como es por ellos. Honduras, El Salvador y Guatemala, imagínese como esta que la gente sale de sus lugares. Fíjese aquí en México tenemos ese problema. Hace años éramos una zona de café, pero lo tiramos, nos pagaban a $1.50 el kilo. Así no se puede vivir y pues la gente se siente desesperada, ahora la zafra se termina y la gente se queda sin trabajo, ¿y que piensa?, pues irse a los Estado Unidos. Si no hay trabajo, dígame que tiene que hacer la gente para vivir, ¿quedarse y empezar a robar? Yo digo que no, que tenemos que buscar la manera de hacer algo por nosotros. Por eso entiendo a la gente que va en el tren.”


_____
El tren continúa su largo recorrido, el calor en los vagones no se siente por el viento que traspasa el rostro, pero la sed aumenta. Buscar un escondrijo, poner un cartón en la cabeza, un trapo, algo para cubrirse del sol. Ya son tres horas de camino, y la vía es larga y el color no cambia entre el verde y el azul del cielo. Cuanto falta para llegar a Córdoba, no se sabe, alguno dijo que eran cuatro horas, alguien más que seis. Y el trak trak de los rieles siguen en un sonido que se confunde con al monotonía del paisaje. Lo letreros, de las poblaciones, San Miguel, ... … ingenio San Miguel, La Palmas, Los Ángeles y lo inesperado “La patrona”.


El tren empieza a bajar de velocidad y el sonido del silbato se hace largo y constante. Cambio de vía piensan los centroamericanos, se entra en una larga columna de árboles a la izquierda y una gran parcela de caña de azúcar. Algunos de los viajeros se empiezan a gritar “agua, agua tenemos sed, aquí arriba” el alboroto despierta y despereza a los demás. Se asoman y ven desde lo alto a una grupo de mujeres con pequeñas bolsas que tratan de entregar a los que se cuelgan.



Otras mujeres avientan las bolsa y botes de agua para los que van en la parte más alta. Todos tratan de agarrar algo, el esfuerzo puede ser gratificante, otros más solo alcanzan a ver pues el tren no para a pesar de que bajo de velocidad. Los gritos continúan por parte de las mujeres de La Patrona, “del otro lado muchachos, allá adelante hay más comida pero del otro lado”. No se entiende muy bien, con los gritos el pitido del tren y el trak trak. Solo queda el éco y los gritos apagados de las mujeres que aventaron comida. La interrogantes de los migrantes y los agradecimientos por parte de ellos. El alboroto total. Se comparten el taco y el fríjol, alguien solo quiere un poco de agua, y le pasan uno de los botes de estas mujeres. Unos instantes después nuevamente el alboroto, los pitidos del maquinista, pues a la salida del pueblo hay otro puñado de mujeres que siguen con esta tarea de arrojar comida hacia el tren. La velocidad nuevamente disminuye y el aprendizaje tiene que ser muy rápido.




Inclinarse y acercarse lo más posible hacia las manos de las mujeres, siempre habrá algo que coger, frijoles, arroz, agua o alguna fruta. El que no alcanzo en el primer intento ahora reparte y el que repartía ahora alcanzo un poco más. Y la pregunta se extendió a lo largo de los 100 vagones,”¿quiénes eran estas mujeres? ¿alguien vio como se llamaba el lugar?” Las miradas voltean hacia atrás. Escudriñando el paisaje y tratando de gravarlo en sus mentes. Buscando un signo que lo volviera imborrable, hasta que alguien grito “La Patrona, se llamaba La Patrona”

Abril 2008
_____


La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz

miércoles, 30 de enero de 2008

Carta a Los Reyes Magos



Queridos Reyes Magos, cuando era niño recuerdo con alegría y emoción la madrugada del 6 de enero; ilusiones, sueños, descanso en la escuela, anhelos y he de confesar que el mundo lo observaba como una verdad donde la vida era plácida. Paso el tiempo y cuando mi comprensión era mayor, mis padres me contaron quienes eran ustedes: Melchor, Gaspar y Baltasar, tres Reyes Magos que venían de Oriente y sabían del nacimiento de un niño que nació en Belén (ciudad ahora en guerra), que era el hijo de Dios y en que depositaban su fe. Ustedes tres, le llevaron a Jesús palabras y regalos:

El "Oro": Para el Señor, todo nuestro "Oro", nuestro dinero y posesiones... Cristo se nos presenta hoy día en cada rincón del camino, vestido de pobre o de rico... el dinero que nos regala, a través de nuestros trabajos o esfuerzo, es para que ayudemos al vecino... ¡a Cristo!... quien deja pudrir su dinero en el Banco, es peor que Herodes, mi hermano (Mateo 25:31-46)

El "Incienso": La "alabanza", la gloria, el honor, el poder, ¡todo para el Señor! para el Rey de Gloria... si yo me quedo con algo, ¡se lo estoy robando a Dios!.

La "Mirra": Lo "amargo" de nuestra vida... nuestros dolores y pecados, ¡dárselos al Niño Dios!... como San Jerónimo, a quien se le apareció el Señor y le dijo: "Jerónimo, dame lo que tienes": Jerónimo le entregó la Vulgata, la Biblia que tradujo al idioma cotidiano... "más, Jerónimo, darme más", le dijo Jesús. Y Jerónimo le dio la Orden Religiosa que acababa de fundar... "más, Jerónimo, dame más"... ¿y qué más te puedo dar?, le dijo Jerónimo con asombro, que ya le había dado lo mejor que tenía en sus hombros... "más, Jerónimo" le repitió Jesús entre enfados... "dame, Jerónimo, tus pecados!... si, mi hermano, Dios se hizo Niño para cargar con todos nuestros pecados, para ser el "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo"... si, por un imposible, Dios se volviera a hacer Niño, el oficio que cogería sería el mismo de antaño: "Cargar con todos nuestros pecados"... y usando exactamente el mismo método: "Siendo el Cordero de Dios degollado"... tu y yo, sacerdotes o seglares, también tenemos que ser "otro Cristo": Cargar con los pecados de los hermanos, ¡y siendo Corderos degollados!... es nuestro oficio de más rango.



                                           Don Raúl en "La Patrona" repartiendo comida.

Pues bien, todo esto lo traduje en mis juguetes de aquel entonces. Y lo transforme en un buen inicio en cada año que principiaba. Paso el tiempo y cumplí 10 años y me frustre en primera instancia al descubrir que los reyes magos ya no existían. Fue triste ese año después de encontrar los juguetes, las ilusiones y demás cosas debajo de la cama de mis papas... Pero al siguiente año, descubrí el esfuerzo de mis padres por tratar de que la felicidad siguiera en mis pensamientos y en mi vida. Ahorrar todo un año para que mis juguetes del 6 de enero fueran reales y fueran permanentes los sueños y la esperanza. Y así hasta estos 39 años que tengo, cada 6 de enero los reyes magos visitan la casa de mis padres y me traen un dulce o un juguete que por pequeño que sea alimenta mi esperanza en el mundo y en mi prójimo. Pero a cada momento, a pesar de ese dulce y ese juguete, las cosas se ponen más complicadas; más guerras, más crisis económicas, más desempleo, más abusos del poder, más violación de derechos humanos, más violaciones a los niños, a las mujeres, a los trabajadores, a los obreros, a los campesinos, a la ciudadanía. Más necesidad de la gente por salir de sus casa para buscar en tierras desconocidas el alimento para su familia, más hambrunas y menos agua potable, más basura y más desechos en las ciudades, más contaminación en el entorno visual, natural, físico y una falta de principios éticos. La política manda, pero sin esos principios básicos y éticos. Las leyes solo se usan para crear intereses y dar interpretaciones para defender a eso que llaman "clase política". Para los políticos si hay ley; para la gente trabajadora, para Juan, para Doña Conchis, para el centroamericano, para el mejicano, para el campesino, para el obrero no. Puedo seguir con este discurso pero ya estoy un poco cansado, los periódicos a pesar de la censura de estos tiempos reflejan el estado de animo de las situación nacional, mundial, de cada calle, de cada colonia y cada barrio, de cada familia.

Mi esperanza había acabado queridos Reyes Magos, mi padres no podrían hacer mucho al respecto. Un estado de conformidad había aparecido en mi vida, bueno, no se si más bien resignación. ¿Ustedes la han sentido? ¿como se sintieron cuando vieron a Jesús nacido en Belén? ¿creyeron que la humanidad tendría salvación? ¿si verdad? ¿Pues saben queridos Reyes Magos lo que me ocurrió un día? se los cuento; pues resulta que soy fotógrafo y trabajo en medios de comunicación, y pues empecé a realizar un reportaje sobre el asunto migratorio en este mi país. He recorrido la frontera sur, el centro y frontera Norte. Observo cada día como se maltrata al migrante centroamericano a su paso rumbo a los Estados Unidos, asaltos, violaciones a mujeres y niños, hambre, persecución policiaca y criminalización de una necesidad, racismo, violación de derechos humanos y muchas cosas más. Seguí mi camino en este trabajo y encontré y conocí a muchas personas. Entre ellas a una de las personas más impresionantes y admirables por su labor; el Obispo Don Raúl Vera. Tiempo atrás había escuchado de él en sus años como obispo adjunto en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Encabezo junto al Obispo Don Samuel Ruiz una de las tareas más difíciles en esa región chiapaneca, cuando las cosas no eran sencillas por la militarización y el estado que existía por el levantamiento indígena. Lo pude fotografiar en San Cristobal de las Casa, Oventic y la zona de los Altos y la Selva, cuando estaba de enviado en Chiapas durante el conflico armado del EZLN y el posterior proceso de paz de la región.

Años después queridos Reyes Magos, lo cambian a la Diócesis de Saltillo y que su labor pastoral y de defensa de los derechos humanos , va más haya de la simple teoría. Es practica y la practica de la teoría son resultados.

Si hay algo que necesitamos en este país son resultados y algo tiene Don Raúl queridos Santos Reyes, y eso que tiene son resultados, congruencia y ademas el afecto de la gente que lo conoce, el cariño de sus feligreses y la admiración de personas que como yo, que estamos fuera del ámbito religioso de cualquier iglesia y trabajamos día a día para tener un país que se conduzca por la vías de la libertad y la justicia; o sea  más haya de la "teoría".



Por eso queridos Reyes Magos, ahora retomando mi carta de peticiones de juguetes y dulces y esperanzas para este año y aunque ya no soy un niño, solo espero que no me lo tomen a mal, pero les pido que apoyen a Fray Raúl Vera, que no lo quiten de su labor de su diosesis, que cesen los ataques en su contra, tanto de políticos, como de empresarios y de sus mismos compañeros al interior de su propias casa que es la iglesia Católica. Como es posible que dentro de su misma casa le den ese trato cuando cumple a carta cabal los dichos de Jesús: estar con los pobres, estar con los necesitados, estar con los fieles. ¿O lo valido es estar con camionetas blindadas y guardaespaldas para ganar credibilidad? ¿Bendecir campos de golf? ¿Aplaudir politicas recesivas para la población? ¿Estar con el poder político?

Sin más mis Queridos Santos Reyes Magos espero no estar pidiendo más de lo que podrían darme. Podría haber pedido un carro de cuerda o una bolsa de canicas o el trompo que perdí en este caminar, pero mi niño interno pide un mejor futuro y también más Frays Raules Veras, que se multipliquen ellos por todos, por todos los rincones de todas las iglesias del mundo personas como él, que son más que un ejemplo de humanidad, justicia y libertad.

Javier García

06 Enero de 2008

_____
La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz