miércoles, 26 de septiembre de 2007

¡Sin paso por aquí!


I

Diciembre de 2006, diciembre frío, helado, gélido. El desierto, el lugar más agreste sobre la tierra en clima extremo. *

II
Para llegar a Sásabe, solo hay un paso y dos carreteras. Primero llegar a Altar que se encuentra a 4 horas en autobús desde Hermosillo. Ahí el viento frío parte en cuadros el rostro, lo despedaza, los ojos se cristalizan y la mente divaga. Que hacer aquí , porque arriesgar la vida de esta manera, ahora estaría con la esposa y los hijos, ver el partido de fútbol, y tomar una cerveza con los amigos, ir al estadio, o la cantina. El lunes a la chamba y a curarla al medio día, el martes a la chamba a chingar, el miércoles, bueno esa es otra historia de pagos, de renta, de útiles… Aquí es Altar, aquí es el gris de la arena que se levanta con este viento negro. Aquí continua esta pesadilla y es más fuerte. Pero es la oportunidad de encontrar trabajo en el otro lado y salir de jodido. Lo contó el compadre y ahora tiene casa y una camioneta que se trajo del otro lado. Él pasó por aquí, él tiene al pollero del pueblo y por eso, estas divagando entre tanto frío y este sol que no calienta, solo quema y arde en la cara.

III
Atrás de las ladrilleras de Altar, en Sonora se encuentra la carretera alterna. La instrucción de la camioneta lobo y cristales polarizados era tajante; “no pasar, no serán ustedes los que vengan a calentar este lado. Es nuestro paso y el que entre contará hasta dos cifras y la próxima se muere.

IV
Sásabe en el lado de México, Sasabe en el lado de Estados Unidos. Dos horas en la paneles destartaladas, desde Altar por la carretera de arena, con sus dunas y a 100 kilómetros por hora. No llegas por la carretera alterna por ahí es territorio nárco. El que se arriesga no se le vuelve a ver. Caminar, ja, es un sueño, se camina en la selva, en el monte, se camina en el desierto de Arizona, se camina para entrar a Estados Unidos, pero caminar en territorio marcado, eso no es posible.

V
Para subir a las paneles, alguien te vende con el chofer, de a 20 pesos por cabeza, si no te venden nadie te sube. ¿Quien te vende? Ese no es problema, te juntas a un grupo y te contaran con los demás, son de 15 o 20 los que caben. El que sobra se lo jalan para la otra panel de a lado, siempre te venderá y te comparar alguien. No hables, solo obedece a la mano que te guía y no levantes la cara. La camioneta que te toca, rechina de todos lados, entra aire y polvo igual por todos lados, te juntas más con el que va sentado a tu lado, que huele a sudor y a miedo, y es más el miedo el que huele que el sudor, será que el que huele eres tú y no lo sabes o te resistes a ello. Cierras los ojos y tratas de dominarte, que no se den cuenta que te tiemblan las manos, los pies, todo el cuerpo. Levantas la cara y no sabes cuanto tiempo transcurrió, pero observas tres o cuatro camionetas con cristales polarizados. Corren más rápido que la panel que te lleva a la frontera, zigzaguean y se cruzan en el camino. Tratas de ver quien la maneja, pero es inútil tu esfuerzo. No alcanzas a distinguir. La persecución te parece de otro mundo y tu chofer suda, y sufre por los ojos. La instrucción era; “no pasar, no serán ustedes los que vengan a calentar este lado. Es nuestro paso y el que entre solo contará hasta dos cifras y la próxima se mueren”. No es la única panel en la persecución, observas dos, tres más que levantan una nube extensa y no dejan ver hacía atrás. Se sueltan ráfagas de ametralladora, la orden es parar. Policías, migración, militares, ¿qué son?

VI
El viento corre y se escucha un silbido doloroso, agudo, alborota la piel y del frío te olvidas. Es una columna de 5 camionetas panel, más tres camionetas nuevas y vidrios polarizados y tres personas armadas con ametralladora por camioneta de ellos, los perseguidores. Los separan a ustedes, la mano de obra en el gabacho. Ellos ordenan que empiecen a caminar, sigan las huellas de las camionetas y llegarán a Altar. Los choferes, esos pendejos son retenidos. “no pasar, no serán ustedes los que vengan a calentar este lado”. Empiezan a rociar gasolina al interior de las panel, en las llantas, en los cristales desvencijados, son golpes con maderos a los faros que ya no servían pero que truenas en mil partes, “es nuestro paso y el que entre solo contará hasta dos cifras”, sigues tu camino pero el ruido hace que voltees la cabeza, y ves tres cuerpos que son los choferes que caen pesadamente al polvo, mientras antorchas encienden las camionetas y pintan de negro el azul del cielo. Caen los otros dos choferes y son madreados, golpeados, vapuleados, las camionetas se queman entre el fuego que las escupe en polvo negro y vidrios reventados.

VII
Dos horas de regreso a Altar, 100 migrantes entre mexicanos y centroamericanos, sin comentarios, sin preguntas, dos horas de silencio que solo rompe este silbar del viento junto a su arena. Caras asombradas, bocas en silencio, pero con la pregunta a flor de piel, ¿qué pasó?

VIII
Se rescataron a los cinco choferes de las panel a 50 km dentro del desierto en la carretera sin número, que une Altar con Sásabe. No hubo noticia en los medios de comunicación. Solo hubo cien migrantes abandonados que regresaron a pie hasta Altar, silenciosos y cansados, con caras asustadas y buscando una panel que los llevará lo más rápido posible a Sásabe, por otro lado. Cinco choferes con las costillas rotas, desangrados y varias semanas de hospitalización, abandonados junto a sus cinco panels quemadas con hierros retorcidos y negras como el viento de estos lugares. La orden del narco era concreta, “y la próxima se mueren”.

Sásabe, Sonora. Diciembre 2006



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La justicia consiste en tener respeto por el derecho de la gente a vivir como quiera.
Naguib Mahfuz